Caminar por el barrio Tacubaya CDMX es atravesar un palimpsesto urbano donde conviven siglos de historia en una tensión constante. Lo que hoy se percibe como un nodo caótico de transporte y comercio, fue durante siglos el edén de la cuenca, un lugar definido por la abundancia de agua y la opulencia de sus villas de descanso. Abordar la historia de Tacubaya es comprender la transformación radical de la Ciudad de México: de la periferia bucólica al corazón de la mancha urbana.
Atlacuihuayan: El Lugar Donde se Toma el Agua
Antes de las casonas y el asfalto, la geografía definió el destino de esta zona. En la época prehispánica, el asentamiento era conocido como Atlacuihuayan (náhuatl para “lugar donde se toma el agua”). Su ubicación estratégica, ligeramente elevada respecto al lago de Texcoco y rica en manantiales, la convirtió en un punto vital para el abastecimiento hidráulico de la gran Tenochtitlán.
No era simplemente una aldea tributaria; era un espacio ritual y logístico. La importancia del líquido vital en la cosmovisión indígena marcó el carácter sagrado del lugar, una característica que, paradójicamente, atraería siglos más tarde a las élites virreinales que buscaban escapar de las inundaciones y pestes de la capital novohispana.
La Era Virreinal y Decimonónica: El Refugio de la Aristocracia
Durante el Virreinato y gran parte del siglo XIX, Tacubaya consolidó su estatus como el sitio de veraneo predilecto para la clase alta. Su clima benigno y sus vistas panorámicas del valle motivaron la construcción de palacetes y villas de descanso rodeadas de vastos jardines. No era la ciudad, era el campo civilizado; el lugar donde los virreyes y, posteriormente, la burguesía porfiriana, pasaban las temporadas de calor.
Este periodo de esplendor dejó una huella indeleble en la traza urbana, caracterizada por calles sinuosas que respetaban la topografía original y grandes muros que celaban la riqueza de su interior. Sin embargo, la historia de Tacubaya también tiene capítulos de sangre: fue aquí donde ocurrieron los trágicos fusilamientos de los “Mártires de Tacubaya” en 1859, durante la Guerra de Reforma, un evento que manchó de rojo la bucólica villa.
Arquitectura en Tacubaya: Testigos de Piedra y Adobe
La arquitectura tacubaya es ecléctica por necesidad histórica. En pocas cuadras, el visitante puede viajar del siglo XVII al modernismo más puro del siglo XX. Dos edificaciones destacan como guardianes de esta memoria:
Museo Casa de la Bola
Escondida tras altos muros, la Casa de la Bola es una cápsula del tiempo. Construida originalmente en el siglo XVII como finca agrícola, su transformación en residencia señorial durante el siglo XIX ilustra el gusto decorativo de la aristocracia mexicana. Sus jardines y terrazas son un testimonio vivo de aquel Tacubaya verde y silencioso que ha sido devorado por la urbe.
Casa Luis Barragán
En contraste con la ornamentación colonial, Tacubaya alberga la obra cumbre del único premio Pritzker mexicano: la Casa-Estudio Luis Barragán. Inscrita en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO, esta edificación de 1948 representa la síntesis de la modernidad con la tradición vernácula. Barragán eligió este barrio popular, ya en proceso de urbanización acelerada, para crear un refugio introspectivo de luz y color, demostrando que la belleza arquitectónica puede florecer en medio del caos.
La Modernidad y los Contrastes Sociales
A mediados del siglo XX, la expansión demográfica de la Ciudad de México alcanzó y engulló a la antigua villa. La construcción del Viaducto y la llegada del Metro transformaron radicalmente la fisonomía del barrio. Las grandes huertas fueron fraccionadas para dar paso a viviendas populares y edificios multifamiliares.
Hoy, Tacubaya es un estudio de contrastes sociales agudos. Conviven en ella la “Ciudad Perdida” —asentamientos irregulares que denotan la marginación urbana— con recintos culturales de primer nivel y zonas en proceso de gentrificación. El antiguo “lugar donde se toma el agua” es ahora un lugar donde se toma el transporte, se comercia en la informalidad y se resiste culturalmente.
Recorrer Tacubaya no es solo transitar un barrio; es leer la historia de la desigualdad, el desarrollo y la inagotable vitalidad de la Ciudad de México.
