Pocos eventos en la historiografía argentina despiertan pasiones tan encendidas como la denominada Campaña del Desierto. Tradicionalmente celebrada en los textos escolares como la gesta definitiva que consolidó la soberanía territorial y el modelo agroexportador, hoy es objeto de una profunda revisión crítica. ¿Fue una guerra necesaria para la modernización del Estado o un plan sistemático de exterminio contra los pueblos originarios de Argentina? Este análisis desentraña las capas de un conflicto que sigue abierto en la memoria colectiva.
El Contexto: La Frontera Interior y el Progreso
Hacia finales del siglo XIX, Argentina buscaba insertarse en el mercado mundial como proveedor de materias primas. Sin embargo, vastas extensiones de la Pampa y la Patagonia permanecían bajo el control de confederaciones indígenas, principalmente mapuches y tehuelches, que resistían el avance de los fortines.
Bajo la ideología positivista de la época, resumida en el dilema sarmientino de “Civilización o Barbarie”, el Estado nacional percibía a las naciones indígenas no como ciudadanos, sino como obstáculos para el progreso y la soberanía, agravado por el temor latente a las ambiciones territoriales de Chile sobre la región patagónica.
La Estrategia de Julio Argentino Roca
Tras la muerte del ministro Adolfo Alsina, quien abogaba por un avance gradual mediante zanjas y fortines defensivos, el general Julio Argentino Roca asumió el mando con una estrategia ofensiva radical. En 1878 y 1879, Roca ejecutó una operación militar moderna, utilizando el telégrafo y el fusil Remington, tecnología que inclinó la balanza bélica de manera irreversible.
La ofensiva no buscaba solo la sumisión, sino el desmantelamiento de la estructura social indígena. La campaña barrió la estepa, capturando a miles de nativos y empujando a los sobrevivientes hacia la cordillera o las tierras áridas del sur.
Consecuencias de la Campaña del Desierto
Las consecuencias de la Campaña del Desierto reconfiguraron para siempre la demografía y la economía argentina, pero a un costo humano devastador:
- Despojo Territorial: Millones de hectáreas pasaron a manos del Estado y fueron rápidamente transferidas a un pequeño grupo de familias terratenientes, consolidando el latifundio en Argentina.
- Disgregación Cultural y Social: Las comunidades fueron desmembradas. Los hombres fueron enviados como mano de obra forzada a los yerbatales del norte o a la zafra tucumana; mujeres y niños fueron distribuidos en Buenos Aires como servicio doméstico, borrando su identidad y lazos familiares.
- Confinamiento: Se establecieron campos de concentración, como los de la isla Martín García o Valcheta, donde el hacinamiento y las enfermedades diezmaron a los prisioneros.
“La ‘conquista’ no fue sobre un desierto, sino sobre un territorio habitado. Llamarlo desierto fue la primera operación ideológica para legitimar la ocupación.”
El Debate Contemporáneo: Billetes y Bronce
En el siglo XXI, la figura de Roca y la interpretación de la campaña ocupan el centro del debate político y cultural. Durante décadas, el rostro de Roca en el billete de cien pesos fue el símbolo máximo de la estatalidad. Sin embargo, los movimientos de derechos humanos y las organizaciones indígenas han cuestionado esta exaltación oficial.
La discusión sobre si retirar los monumentos de Roca o reemplazar su efigie en la moneda no es un mero capricho estético; representa una lucha por el reconocimiento del genocidio indígena. Mientras que sectores conservadores defienden a Roca como el constructor del Estado moderno, una gran parte de la sociedad argentina denuncia que dicha modernidad se cimentó sobre la sangre y el olvido de los pueblos originarios.
