Un proyecto para armar. Memoria de una experiencia pedagógica en un orfanato del Perú

A project to build. Memory of a pedagogical experience in an orphanage in Peru

Um projeto para construir. Memória de uma experiência pedagógica em um orfanato no Peru

César Hildebrando Delgado Herencia

Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle, Perú

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Recibido: 05-05-2020
Aceptado: 27-05-2020

 

 

Esta memoria nunca hubiera sido realidad si no es por insistencia de Ricardo Melgar Bao, quien visitó varias veces el orfanato Puericultorio Pérez Araníbar conjuntamente con Hilda Tísoc Lindley, su esposa, por los años del recuerdo.

Muchas veces Ricardo me invitaba a memorizar aquellos cuatro años de intensa práctica docente con estudiantes internos que estaban a la espera de otra visión al mundo institucional donde habían sido recluidos.

Los productos de ese esfuerzo pedagógico fueron claros y oscuros; después de años de dejar esa institución, hubo entre los egresados graduados universitarios como aquellos que murieron en el río Rímac, entre vagabundos.

El balance final es que valió la pena los trabajos y el tiempo pasado en ese establecimiento. Lo que hoy observo como educación nacional fue transformada por esa realidad lacerante y fueron los cuatro años de práctica a los cinco de teoría en las aulas de la Universidad.

Esta es una tonada de una sola voz.

En Chosica, mayo 2020.

 

El final del principio

Cerca de las 2 de la tarde del 5 de febrero 1975, en el mes de verano más fuerte en la costa chinchana;[1] me apresuraba a registrarme para subir a un auto colectivo que me lleve en tres horas a Lima, al trabajo del Puericultorio Pérez Araníbar. Pasé dos días de prácticas de campo en antropología social que simultáneamente estudiaba en la Universidad Mayor de San Marco, estuve en el Puerto de Tambo de Mora[2] y en la casa rural de Elmo Sistilo[3] en Sunampe,[4] compañero de promoción en pedagogía y de estudios sociales.

Acudo con mi mochila y una bolsa de uvas quebranta, obsequio de la familia de Sistilo, que llevarlas a mi madre en el Rímac.[5]

  • Por favor, un pasaje para Lima, mi nombre es César Delgado, le digo al encargado de los boletos en la empresa de transporte.

Coge su talonario, un cuaderno para escribir mis generales de ley desde la vieja libreta electoral de cartón de tres cuerpos que le alcanzo.

  • Ya está anotado, me dice.
  • No puede ser, si recién estoy llegando.
  • Aquí está escrito su nombre: César Delgado
  • Sí, pero ese no soy yo. Debe ser un homónimo. De todas maneras, compro un pasaje para Lima y ponga César Delgado Herencia.

Así lo hizo.

  • Se llena el auto y sale, ¿no?
  • Sí, pero parece que en Lima hay problemas. Estamos esperando confirmación para partir.

 

En tanto me siento en una banca larga junto a otros pasajeros. Intrigado y expectante para ver quién era el homónimo. Pasaron unas horas y no partíamos de Chincha. Por las cinco se acercó al registrador una persona de unos sesenta años, pelo cano y bigote igual recortado a lo Sampietri,[6] flaco, se identificó como “César Delgado”. Simplemente lo vi y hasta hoy tengo la imagen de ese señor, él solo se dirigía a Cañete.[7]

Por las cinco y media el chofer se decidió partir a Lima, pero solo hasta la plaza Grau, porque hay problemas en el centro, dijo.

  • Está bien, de ahí tomo un taxi que vaya por la avenida Brasil y estoy en el Puericultorio, pensé.

Durante el viaje intentamos informarnos por las radios, pero solo emitían música. Y los comentarios de los demás pasajeros fueron solo preguntas. Entrando por Chorrillos[8] a eso de las 8 de la noche pude ver tanquetas del ejército que rodaban por las calles con dirección al zanjón de Bedoya.[9] Cerca a las 9 de la noche llegamos a la Plaza Grau, igualmente estaba rodeada de tanquetas dando vueltas.

  • Hasta aquí llego. Dijo el chofer.

Todos bajamos del auto. Me di cuenta que los pocos transeúntes corrían cerca de las paredes de los edificios de frente al grifo en el cruce de Grau y el Zanjón. No había taxis. Empecé a caminar avanzando por el Palacio de Justicia hasta el jirón Carabaya y escuchaba rumores de enfrentamiento con la policía, me iba haciendo idea que estaba en medio de un golpe de Estado. Seguí avanzando para llegar a la avenida Alfonso Ugarte y subir a una combi que me dejara en la avenida Del Ejército donde queda el Puericultorio.

Con los paquetes seguí corriendo, me iba enterando que el Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada había declarado toque de queda, por eso la gente corría a sus casas. Mi única salida a esa situación era llegar al Puericultorio, porque tampoco podía llegar al Rímac. Los soldados disparaban seguramente al aire y la gente gritaba de miedo y se tiraba al suelo, también rodé muchas veces, estropeando mi ropa y maltratando mis paquetes. Así ni al Puericultorio podría llegar esa noche. No tenía destino claro, pero recordé que en Breña[10] vivía un compañero de trabajo del Puericultorio, Ángel Méndez, por el jirón Huaraz y decidí a refugiarme en esa casa, felizmente durante los años trabajados en el orfanato muchas veces había visitado a los padres y seguramente me darían cobijo.

Corriendo, cayendo, levantándome, recorrí las cuadras hacia la avenida Uruguay y salir hacia Venezuela. El trecho se hacía por momentos arriesgado, por lo que perdí gran parte de la uva. Finalmente, llegué al jirón Huaraz; los padres de Ángel me acogieron a eso de las 10.30 de la noche. Ahí pase hasta el otro día. También me informaron que a medio día hubo saqueo de las tiendas Scala[11] y enfrentamientos armados entre la policía y el ejército, desde las 6 de la tarde estaba el toque de queda.

Al día siguiente comprobé la violencia, subí a un micro que me llevó al Puericultorio Pérez Araníbar, donde me esperaban desde la noche anterior.

Entrando a la sección Tomás Valle, de varones con estudiantes entre 8 a 17 años, vi al capitán del ejército que había sido asignado al establecimiento desde hacía un año, pero sin el uniforme, lo que me sorprendió.

  • ¿Qué paso con el uniforme capitán?
  • Cuando hay estas situaciones no podemos llevarlos por precaución, me dijo.

Me quedé pensando, sobre la función real que cumplía en una institución de beneficencia dedicada a la educación de huérfanos un oficial del ejército y no pude olvidar la comisión de otros tres oficiales que me interrogaron un mes antes que viniera el capitán sobre denuncias que habían llegado a ellos del actuar de la administración de esa parte del Puericultorio. Semanas después de su llegada por medio de Jaime nos enteramos que servicios de inteligencia habían detectado en el orfanato estaba sucediendo situaciones que podrían no ser controladas, recordé las preguntas y su interés que tenía esa comisión sobre mis estudios en antropología social en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

Un mes después renuncié al Puericultorio definitivamente. La experiencia pedagógica y educativa integral practicada había concluido. En la mirada de los años transcurridos y los saberes aprendidos, fue una práctica concreta pero también audaz de un grupo de reciente egresados de formación previa docente que nos atrevimos a renovar prácticas, teniendo unas oportunidades que empezaban con la reforma educativa de Augusto Salazar[12] por esos años, y pensar que era posible formar a un hombre nuevo en las condiciones de marginalidad y vulnerabilidad extremas de donde procedían los estudiantes.

Entrada del Puericulturio Pérez Aranibar en la Av. del Ejercito (Lima, Perú)
Imagen 1. Entrada del Puericulturio Pérez Aranibar en la Av. del Ejercito (Lima, Perú).
https://es.wikipedia.org

 

Autopreparando un grupo de inexpertos

En diciembre de 1969, un compañero de estudios de la Universidad Pedagógica Inca Garcilaso de la Vega miembro de la Policía de Investigaciones me buscaba en mi departamento de la avenida Francisco Pizarro de Abajo el Puente[13] para ofrecerme trabajo. Con Jaime Valor me unió una amistad forjada en las aulas universitarias no como compañero de carpeta, sino por su trabajo en la policía dado que integraba el equipo de control de universidades y yo como delegado de aula primero y después Secretario de Organización del Centro de Estudiantes de la Facultad de Pedagogía, él se acercaba para obtener información; su trabajo consistía en presentar informes sobre contenidos de las pizarras, volantes e identificar a los líderes estudiantiles, era una tarea de inteligencia permanente. Después me narró los operativos que hacían para justificar sus intervenciones en esas instituciones.

Esa labor de Jaime la supe desde el inicio en los estudios profesionales en el local de la avenida Petit Thouars, la amistad se desarrolló porque vivía también en el Rímac por el lado de Villacampa y varias veces me jalaba en su viejo Datsun verde y me dejaba al frente de la quinta donde quedaba el departamento donde vivía con mi madre, él seguía hacia la avenida Tarapacá por donde quedaba su casa. Ese acercamiento de observación y vigilancia abierto lo aprovechaba para conversar y él –me imagino ahora- iba sacando sus conclusiones sobre mis reales objetivos como dirigente universitario y mi futuro como profesor de secundaria; él jugaba en las grandes ligas del movimiento de las universidades nacionales, tenía presencia y amistades con dirigentes universitarios.

Repetidamente me invitó a su casa, una de esas veces no baje del auto sino fuimos de frente donde vivía, así empecé a conocer a toda su familia.

En las largas conversas me contaba de su pasado de pobreza en los callejones cerca a la iglesia Santa Liberata[14] y la influencia de los sacerdotes italianos del Oratorio de Don Bosco en su vida, local que quedaba cerca de la antigua fábrica de cerveza Backus por la Alameda de Los Descalzos, de los apoyos que hasta esos días seguía haciéndoles. El Oratorio fue un lugar que algunas veces también frecuenté como adolescente para los partidos de fútbol jugando con los seminaristas en ambos equipos. Fueron largas platicas de ex palomillas y que sirvieron unos años después cuando el sacerdote salesiano Joaquín Belleza, su mentor, regresara al Perú de Bolivia por los años finales de la década de 1960. La Beneficencia Pública de Lima deseaba entregarle la administración de la sección de varones Tomás Valle del Puericultorio Pérez Araníbar y estaba buscando exalumnos del Oratorio y formar un equipo para este trabajo.

Jaime siempre estuvo ligado a los salesianos del Rímac –y de Breña–, donde tenían una granja y huertas cuya mínima producción era llevada a los mercados por él. En algunas de esas entregas le acompañé a distribuir huevos y verduras. Posteriormente me enteré de los planes de salida hacia su jubilación de Joaquín Belleza en el Perú y las razones reales de su acercamiento a la Beneficencia.[15] En tanto la Beneficencia deseaba resolver la renovación de la administración del Puericultorio, él traía un Proyecto de las 500 horas para los jóvenes en situación de calle a ser construido en terrenos de la congregación salesiana cercanos a la granja en el Rímac, no solo remodelación del edificio sino equipamiento y demás necesidades para opciones ocupacionales de rápido empleo independiente. La Gerencia le aceptó la idea –no había un proyecto escrito- pero le pidió hacerse cargo de los varones del Puericultorio Pérez Araníbar, dado que la congregación San Viator, canadiense, se retiraba de la “obra”. Belleza aceptó.

Joaquín Belleza enterado de los “estudios” pedagógicos de su exalumno, le pidió buscar a jóvenes docentes, recién egresados, sin mayores pretensiones académicas ni laborales, idealistas, porque ni nos habíamos graduado como maestros, afrontar un reto que en esos momentos no teníamos mayores comienzos de conocimiento, pero era deseable fueran además ex oratorios. Así es como me busca en mi departamento de la quinta San Quintín. Tuvimos una primera reunión con el sacerdote en el comedor de la granja, donde además había otros curas de apellidos extranjeros, todos adultos mayores. El sondeo durante el almuerzo fue lindante al tema principal y la pregunta fue qué recordaba del Oratorio, yo realmente me acordaba muy poco y a nadie podía identificar, pero como era trabajo y ya había pasado meses en cachuelos, después de un año complicado para pagar las pensiones en la Universidad. No teniendo, además, más horizonte que rodar por empresas educativas particulares, pequeñas, informales y mal pagado, acepté.

La impresión primera de ese almuerzo fue una oportunidad de trabajo donde se pudiera poner en práctica las enseñanzas universitarias guiado por Belleza y conocer un modelo pedagógico, el salesiano. Empero, posteriormente mostró como principal, su real objetivo, el Proyecto de las 500 horas, y la administración del Puericultorio era una situación secundaria, asimismo comunicó la receta salesiana para la situación de las labores en el orfanato: misa, deporte, arte, en ese orden. Creía realmente que todos los problemas se resolvían así, “para captar un niño, basta que tires una pelota y veras como lo tienes”.

Además, pidió convocar otros ex compañeros universitarios que tengan la misma predisposición porque el equipo debía ser de unas cuatro personas. Los más cercanos y que estaban en el perfil bocetado fueron José Miami, que también vivía en el Rímac, Manuel Herrera de Breña. Por su parte Jaime dio el nombre de Ángel Méndez también de Breña. Quedamos para una próxima reunión en conjunto porque la chamba se iniciaba el 1 de enero 1971, en el medio de los años estelares de la revolución de las fuerzas armadas y a un año de empezar la implementación de la reforma educativa más profunda y admirada del siglo XX.

El libro azul con fundamentos de esa reforma lo había adquirido en el Ministerio de Educación hacia unos meses. No tenía muy claro en esos momentos, pero convergían de un lado una revolución liderada por militares progresistas, una reforma educativa pensada desde otras bases teóricas para formar a un nuevo hombre y que rescataba el pensamiento de José Carlos Mariátegui por parte de Augusto Salazar Bondy; un sacerdote salesiano carismático en situación de jubilación, un grupo de inexpertos egresados de estudios pedagógicos y un campo de acción con sus propios problemas que fuimos conociendo en el camino y optando por pequeños proyectos que fueron tomando cuerpo y transcendiendo los pesados muros perimetrales de ese viejo orfanato.

El grupo inicial fue el sacerdote Joaquín Belleza como el director general, Jaime Valor director de la Sección de varones –que debía compatibilizar con su trabajo de inteligencia-, César Delgado director de estudios, José Miami encargado de deportes, Manuel Herrera de la logística, Ángel Méndez asistente de apoyo, esto fue lo que se conversó en la primera reunión, en realidad todos funcionábamos en cualesquiera de esos planos dado que la administración era de 24 horas, siete días a la semana y 365 días al año. Fueron cargos formales y centralizados que iban adheridos a otras funciones cuando así se requería. A lo largo de esos años hasta febrero 1975 hubo algunas incorporaciones, temporales. Relación laboral con la Beneficencia no existía, nosotros respondíamos ante Joaquín Belleza mediado por Jaime y los pagos mensuales se dieron a través de una organización que existía en la cabeza del sacerdote, Voluntarios de Don Bosco. Nunca hubo contrato.

Por su parte la Beneficencia tenía una estructura centralizada en la sección del medio del Puericultorio, Larco Herrera, para menores de siete años, la sección de niñas Enrique Fracchia y las dos climáticas de verano adheridas a las secciones, laterales con un sempiterno encargado Morán. En el centro entonces estaba instalado el equipo directivo de dos funcionarios que respondían a la Gerencia de la Beneficencia. La sección de mujeres estuvo conducida por las Hermanas de la Caridad. Los servicios especializados estaban en esa sección central y lugar preferido por los visitantes, que los hubo muchos e importantes del gobierno de la revolución de las fuerzas armadas, por las visitas de la esposa del Presidente de la República y jefe de la revolución.

 

Un FODA 50 años después

El Puericultorio es una institución fundada en 1930 para niños en peligro moral centrados en orfandad, extrema pobreza, testigos de homicidios, víctimas de tragedias naturales., abandono familiar, entre las principales causas. La naturaleza de la prestación del servicio siempre ha sido sesgada a ser dirigido por instituciones clericales –y si son extranjeras mejor– que la autoridad asume son las más idóneas para este tipo de población vulnerable extrema, unido al apego de los decidores a la preferencia por el personal directivo no peruano; observado en los apellidos de los pocos estudiantes huérfanos totales, cuyos rasgos amerindios no se condicen con sus únicos apellidos en francés o inglés.

El funcionamiento del orfanato durante los cuarenta años anteriores a 1971 se visualiza en la preparación de sus egresados, un ideario educativo enfilado hacia oficios urbanos, dependientes, teniendo los valores de la congregación que les tocó en suerte dirigir el Puericultorio, servicio endógeno institucionalmente. Cuando el grupo de Don Bosco ingresó contaba con infraestructura para asistencia integral de los estudiantes, comedor, dormitorios, teatro, capilla, campo deportivo, enfermería, áreas verdes; servicios colaterales de lavandería, costurería, imprenta, mecánica de banco, carpintería, estas tres últimas organizada en producción por la Beneficencia y con pequeños espacios esquineros para estudiantes, que no ingresaban a los proyectos en marcha. Todo construido a lo largo de años que para la década ya eran vetustos. Cuando terminó nuestra presencia cuatro años después esa misma estructura estuvo ahí.

Hubo de pasar un año para entender el problema central y colaterales. Lo que estaba en la superficie era un grupo de niños y adolescentes internos –y algunos jóvenes– infractores juveniles de robos pequeños, violencia interna familiar, acoso sexual; también abandono paterno/materno absoluto, anomia debido a padres drogadictos, pobreza extrema, hambre.

Con toda esa mochila encima el estudiante, el Puericultorio intentaba compensar la parte material atendiendo las necesidades básicas que se cubrían con los legados donados por personas que expresamente dejaron sus bienes para atender a este tipo de población infantil. El administrador de esos bienes era en concreto la Gerencia de la Beneficencia. En el balance de los adolescentes entre sus realidades hogareñas y lo que el establecimiento les daba, la balanza se inclinaba por estar como internos en la casa de expósitos.

Esa situación generaba contradicciones que una minoría de alumnos no superaba por lo que se había instalado una comunidad de egresados que nunca querían salir del establecimiento e intentaban engancharse en tareas. No hubo una salida para estos egresados. Pero a su vez representaban modelos a imitar en los demás estudiantes, no solo en su institucionalización sino en las artes de infracciones menores como robos, estupro, violencia.

La fórmula clerical para esos casos en inclusas como el Puericultorio es conocida, un orden y limpieza que es bienvenida pero relacionada con un sistema de creencias expresado en el ideario de cada organización religiosa, resulta adormecedora y de hecho se ligaba con aquel trastorno de institucionalización aludida que producía cuadros de autismo y desconexión con la realidad y no la que se vivía dentro del orfanato, Para la ausencia de los padres, el sustituto era –y se repetía desde menores de siete años en la Sección Central Larco Herrera– San José, y su esposa María como la madre perdida. No se enseñaba la trascendencia de ambos personajes en la vida de Jesucristo, sino un acartonaba tercera versión y empobrecedora de la real misión de esos espíritus. Esta irrealidad fue trabajada desde el inicio. A pesar que el cura Belleza con su fórmula de la misa como la sanación ultima, quedó en la ceremonia dominical dado que como repetimos, estaba más interesado en su proyecto de las 500 horas.

La parte escolar de la formación entera del interno era una escolarización “de menores” sin distingo de diferencias culturales, sociales, situacionales. La primaria era la de todas las escuelas estatales y la educación técnica para este nivel de la reforma del general M. Odría[16], se cumplía en una jornada continua de 08.00 a 13.00 horas, los mismos planes de estudio no diferían de los “regulares” ni asumían el internamiento –que hoy podemos precisar– contrarios a principios pedagógicos como interés, retención, expansión de aprendizajes, tomando una homogenización del estudiantado interno como válido, esos supuestos fueron esclarecidos con las actividades desarrolladas y en coordinación con los directivos y docentes.

Por su parte la secundaria era la industrial también de la reforma de aquel general, con énfasis en mecánica de banco, carpintería, imprenta, para los cuales habían construido verdaderos talleres de producción, que los estudiantes no ingresaban sino a unas aulas adicionadas a las esquinas de esos talleres para trabajos menores. En la realidad con los legados para los niños se construyeron los talleres, pero servían para las necesidades de la Beneficencia y sus diversos servicios… y sus trabajadores participaban además del refrigerio del orfanato.

Así la convergencia de un catecismo pre vaticano II desfasado, corrupto y una mala educación escolar se aunaba a un grupo de clérigos –algunos homosexuales-, que ante sus opciones eróticas hicieron a un lado su vocación de servicio por el hedonismo. Extraña mezcla que no podía sostenerse más y que a lo largo de algunos años generó varios síndromes institucionales, alimentado por el enclaustramiento institucional.

La congregación que iríamos a reemplazar había estado en la dirección por unos 10 años, San Viator, del Canadá. Llegamos meses después que habían destituido a su director el recordado “padre John”, que seguramente se presentó como experto para el tema del servicio.[17] Las actividades del padre John eran recordadas por sus estudiantes más cercanos, jóvenes e infractores, así como algunos trabajadores auxiliares. Tuvo su mayor esplendor unos años antes que llegáramos, más por esos meses estaba rodeados de escándalos que no pudo cubrir. Un obispo peruano hizo conocer al presidente Velasco este tema y a las 24 horas fueron expulsados del país.

El servicio a los estudiantes era integral, con residencia en la institución de internos y directivos. Los gastos repartidos entre los ministerios de salud, educación –MINEDU– y la Beneficencia. El tema central visible por esos años era la indisciplina de los alumnos, que había desde Primaria y Secundaria industrial entre 08 a 17 años, una escolaridad que no se correspondía con la edad cronológica. La mayor parte de los casi 700 estudiantes internos tenían familiares, unos 15 eran huérfanos totales.

Las primeras acciones en enero y febrero 1971 fueron de recuperar el control de la institución. La laxitud del personal de apoyo –auxiliares, veladores, lavanderos, etc.–, docentes pagados por el MINEDU –aulas y asignaturas–, empleados de talleres, especiales, etc.-, directivos del orfanato, gerencia de Beneficencia, así como de las monjas de la caridad –de las otras secciones– todos estaban expectantes. Hubo que resolver este tema por grupos de estudiantes, que además allegados al padre John hacían su propia labor de socavamiento.

Una fortaleza para ello fue Jaime, en determinados momentos actuó como policía, incluso proporcionó revólveres para las rondas nocturnas, él no pernoctaba en el Puericultorio. El reto fue ese, había que meterse con todo y lograr algunos resultados, teniendo aquella mochila sobre la espalda.

Las oportunidades estuvieron en el campo de la reforma del otro general Velasco que postulaba un cambio de las estructuras socio económicas del país y se asentaba en Salazar Bondy y este en José Carlos Mariátegui. Algo de esto sucedió a través de la esposa del general.

Patio interior
Imagen 2. Patio interior. Foto de Carlos Andrés Gamero Esparza. www.flickr.com

 

Una navidad entre abandonados

En las fiestas decembrinas, año nuevo y navidad, las dos primeras experiencias en el Puericultorio estuvieron rubricadas por la tradición clerical, los más jóvenes y solteros de Los Voluntarios de Don Bosco tendrían libre el fin de año, y las pascuas serían para los de mayor edad y casados.

Se alababa la nochebuena con una chocolatada y panetón, siempre internamente. El cura Joaquín celebraba la misa de gallo y a sus pabellones hasta el día siguiente, con los internos que quedaban en el establecimiento, esto fue cambiando conforme fuimos introduciendo la necesidad de relación semanal con sus familiares, pero siempre permanecía cerca de 100 internos.

La cuestión no era la mirada que tienen los pudientes de la alta sociedad de beneficencia sobre esa fiesta. La cantidad de regalos que los estudiantes recibían en los días previos no era pequeña. Eran agasajados por la Beneficencia con la chocolatada, por clubes de damas de ministerios que enviaban obsequios, empresas de alimentos dulces, helados. Nadie quedaba sin algún presente por la fecha. En tanto Joaquín estuvo como director celebraba misa de gallo en la noche del 24 de diciembre y luego venía la chocolatada, a reglón seguido todos iban a dormir, como dijimos. Pero, el sacerdote se quejaba que no hubiera tantos estudiantes presentes en la capilla, la mayoría habían salido –incentivados por nosotros– a sus hogares, por muy precarios que sean, llevándose esos regalos. La misa era con aquellos que no tenían donde salir, los huérfanos totales y aquellos “institucionalizados” que preferían no volver con sus familias, pues “no había comida en sus familias y sábanas en las camas”, no pasaban el centenar.

Después del 25 de diciembre preguntaba a aquellos estudiantes cómo se habían realizados los eventos, quería tener sus impresiones y que diferenciaba las ceremonias de los clérigos anteriores. Casi todos los alumnos movían la cabeza, era para ellos el peor día del año, encerrados repitiendo casi los mismos usos y costumbres. Antes que una fiesta de alegría y cariño humano, era una fiesta a la tristeza, abandono, a sentirse extraños en una institución por falta de calor personal, no era un tema de regalos materiales, sino de sentimiento.

Todo lo que se estaba haciendo ya en esos años en los diversos espacios educativos se licuaba, el control de los estudiantes y su voluntaria participación en diversos proyectos, la banda de música, los talleres reales, la panadería y pastelería, los deportes, las visitas guiadas en Lima, el banco escolar, las impresiones, el campamento de verano, los eventos culturales, teatro, cine, la mejora de la alimentación, los estudiantes externos, los internos que iban a colegios estatales, las imaginarias nocturnas, el conocimiento de su cruda realidad, las excursiones a provincias, los padres sustitutos de los más vulnerables, el izamiento y arriamiento del pabellón nacional los domingos, las retretas domingueras en la plaza de la medicina, la relación de la pedagogía escolar con la educación, de modo que sean espiritualmente humanos.

A la distancia del tiempo, hoy diríamos su concientización de sentirse nacionales, su formación integral completa, el amor por la naturaleza, formarlos para la transformación de sus vidas y de la comunidad, desarrollarles opiniones críticas sobre su condición de vulnerabilidad y centramiento de su sentimiento religioso desde sus realidades.

Como la Beneficencia a pesar de los años transcurridos no había financiado el Proyecto de las 500 horas, proyecto que escribí a los meses de ingresar al Puericultorio y presentado a la Gerencia, Joaquín Belleza tomó distancia del proyecto y renunció. Su cargo fue asumido por Jaime, lo cual creo un vacío que se convirtió en un reto pero que a su vez permitió acciones más agresivas respecto a la gestión de lo que se venía haciendo.

Ese fue el espacio para organizar una navidad diferente. Como ya en esos tiempos “el colegio Tomás Valle” se había posesionado en la comunidad circundante pobre de Magdalena,[18] por los alumnos externos de bolsones pobres de esa parte de la ciudad, y la panificación para los hogares de clase media de Orrantia,[19] así como los padres sustitutos de niños con problemas de salud que pasaban meses de vacaciones en esos hogares.

Decidimos hacer una nochebuena abriendo las puertas de la Sección ofreciendo a las familias del entorno que acudieran al Puericultorio para que pasen la navidad con todos los estudiantes, en comunidad. Les ofrecimos chocolatada y panetones.

Ello significó una suerte de oxigenación de lo que hasta ese momento se hacía en la Navidad. Al frente del edificio central de la Sección Tomás Valle se pusieron las mesas del comedor y se adornó el espacio con luces y flores. A las 11 de la noche empezaron a llegar las familias de los propios estudiantes externos y algunas otras familias de clase media de ese sector. Venían también con regalos y para conocer de cerca una realidad que siempre habían visto solo las gruesas paredes y los jardines que rodean los edificios internos.

Fue una noche inolvidable, por la relación que se entabló entre aquellas familias de clase media y de los pobres por una fecha que significa mucho para la humanidad y que anteriormente fueron las saturnales romanas, y el raymi andino.

Después de años encontrados con algunos de esos estudiantes todavía recordaban esa fecha que les cambiaron la mirada del mundo. Y que para nosotros fue otro punto de un “proyecto” (en esos años ni sabíamos que existía el concepto).

 

La monja Emilia, una alférez

Muchas de las actividades realizadas para superar el síndrome de institucionalización que fue el problema central del Puericultorio en esos años, que como vamos tomando conocimiento con una burocracia central conservadora y una mirada tradicional de la religión católica por parte de Joaquín Belleza, conformaban una fuerza potente que abrigaban el concepto de buen funcionamiento si se profundizaba precisamente lo que había que superar. Contrarrestar e incluso rebasar en algunos casos esa ola fue posible por el apoyo decidido de la monja Emilia, superiora de la sección de niñas, Enrique Fracchia, que lamentablemente casi al finalizar el tercer año fue cambiada de lugar.

De nacionalidad española, vasca, monja de la caridad de San Vicente de Paúl, de personalidad fuerte y decidida. Días después de llegar a Tomas Valle, se hizo presente para saludarnos y desearnos éxitos; midió rápidamente el conservadorismo clerical de Joaquín, pero también se dio cuenta de la necesidad de apoyo en la medida que también nuestra presencia resolvía situaciones de ingreso de los varones en la sección de mujeres. Además, que significaba una alternativa a la corrupción de los clérigos de San Viator, que nosotros no conocíamos en detalle como tampoco las redes de relaciones previas a nuestra administración en el personal del orfanato.

El Puericultorio está estructurado en tres secciones, niños/niñas menores de siete años al centro del establecimiento; a los lados los varones y mujeres mayores de ocho. Todas las secciones no están separadas por paredes y para las mujeres fue un problema las incursiones de los estudiantes en los pabellones de esa sección, así como los pequeños robos.

Como los clérigos de San Viator estuvieron desbordados por la ausencia de una pedagogía más centrada en realidades y no en ficciones, la presencia nuestra representó una posibilidad de controlar esta situación para Emilia. El acercamiento entonces con ella era importante dado que fue el contrapeso al poder de la gerencia de la Beneficencia y por su percepción de las relaciones institucionales con la dirección general del establecimiento, así como las contradicciones entre los diversos grupos, dado que el síndrome de institucionalización no solo alcanzaba a los internos sino también al personal que venía haciendo un trabajo rutinario, en especial a los auxiliares[20] que eran los más cercanos a los estudiantes.

Para ello nos organizamos en parejas y realizamos patrullajes nocturnos en los primeros dos meses, de manera de tener vigilancia no solo a los más díscolos de los internos sino al personal rentado cuya misión era precisamente la vigilancia por las noches y que para no ser víctimas de aquellos infractores fueron concesivos con ellos, incluso estos adolescentes llegaron a tener espacios dentro de Tomas Valle y cuevas en los acantilados que dan al mar. Esto fue lo que llevó a Emilia al inicio a visitarnos, a pesar de las diferencias de miradas sobre la vocación religiosa que tuvo con Joaquín Belleza.

Era por tanto importante acceder a Emilia, por su experiencia de algunos años al frente de las mujeres, así como en la relación con la Beneficencia. En esas rondas llegamos hasta sus oficinas, al principio se sorprendió, pero después nos invitaba a conversar. Con ello se dio cuenta que la inicial opinión respecto a los Voluntarios de Don Bosco, no era tal. Luego en eventos internos se fue desarrollando acercamientos, llevando a largas conversaciones sobre temas educacionales y nacionales.

Estaba interesada en quienes éramos, qué pesábamos, qué queríamos para los abandonados internos. Fue un factor central para esa conjunción de voluntades que llevó a ser nuestra mejor aliada con la Gerencia de la Beneficencia, así como la intermediaria con la presidenta de la Junta de Asistencia Nacional –JAN-, esposa del general Velasco. La monja Emilia llevó por primera vez a Tomás Valle a esta señora, fue una de muchas veces que visitó el establecimiento y otras que ayudó a resolver temas materiales para proyectos concretos, uno de ellos y emblemático era el Campamento de Verano de 15 días en playas de Cerro Azul, Cañete, motivante central para los huérfanos. La opinión de Emilia tenía mucho peso en la Gerencia y por la proclividad hacia la sotana como a la extranjería, en la Presidenta de la JAN.

En varias oportunidades, después del distanciamiento de Joaquín Belleza de la dirección del equipo, la monja Emilia nos dio su respaldo resuelto, por ejemplo, para abrir los muros a estudiantes externos, para el proyecto de panadería y pastelería, para el impulso a la orquesta que daba retretas todos los domingos en la plaza de la medicina al frente del Hospital Dos de Mayo,[21] ambas apoyadas decididamente por el Presidente de la Beneficencia. Fue la que influyó para romper unos 50 metros de aquellos pesados muros y construir una panadería y pastelería que empezó a vender pan de camote y papa a los vecinos de Orrantia. Para lo cual aquel presidente acudía personalmente a ver las mezclas, para citar dos ejemplos de los muchos que pudiera recordar.

Conforme la fui conociendo a Emilia, me di cuenta que el espíritu del Vaticano II la había alcanzado, admiraba al sacerdote Gutiérrez padre de la Teología de la Liberación de quien conocía su pensamiento y quedó impresionada cuando le regalé el libro que había leído meses antes. La amistad recíproca se fue desarrollando cuando le comentaba algunas tesis en la opción preferencial por los pobres. Esto gatilló el apoyo que siempre tuvimos antes que se deteriora el impulso inicial a los tres años del proyecto. Muchas de las acciones realizadas fueron consejos de Emilia, así como nuestro conocimiento del personal y de quienes funcionaban con intereses extraños a la buena educación de los internos, aunque en el discurso decían lo contrario.

Al finalizar el tercer año, las Hermanas de la Caridad eligieron a la monja Emilia superiora nacional de su orden y pasó a dirigir una institución educativa para las niñas bien de la élite limeña. Posteriormente alguna vez la visité en su dirección del Colegio Larrabure en Orrantia para agradecerle el soporte que nos dio.


Imagen 3. Foto de Santiago Stucchi Portocarrero. www.flickr.com

 

Entablando la propuesta pedagógica/educativa

El proyecto educativo/pedagógico desarrollado en los cuatros años, fue de menos a más, progresivamente, con mayor impacto en los años 2/3 y luego del deterioro no tuvo sostenibilidad dado que el soporte fuimos los implementadores. Con la distancia del tiempo y mayores saberes pusimos en prácticas leyes, la intencionalidad[22] pedagógica estaba dada por el reciente egreso nuestro con teorías frescas y el contexto de una reforma de la educación garantizada por maestros sanmarquinos como A. Salazar. No fuimos en ningún momento improvisados u ocasionales, éramos recientes profesionales en la educación a los que se les brindó una ocasión de poner en práctica enseñanzas obtenidas en las aulas de la primera –y única- universidad pedagógica, así como la primera promoción con los cinco años de estudio enteros en ella.

Una segunda ley que normó la conducta del equipo fue de mediación[23] que fue básicamente dialogo con los propios estudiantes, las actividades fueron desarrolladas después de conversaciones y mediaciones entre sus expectativas y las intencionalidades pedagógicas nuestras. Esto redundó en aprendizajes más allá de los escolares –que fueron mejores al momento previo– pero con sentido de preparación realmente para la vida después del internado, tanto en ocupaciones como instrumentistas de la orquesta, o entrenadores deportivos, o imprenteros, o carpinteros o mecánicos de banco, o cocineros, o lavanderos, también profesionales universitarios en aquellos que tenían recursos, hubieron docentes, abogados, historiadores que muchos años después me encontré en las calles de Lima.

Por influencia de A. Makarenko la interrelación[24] pedagógica de los recursos disponibles que contaba el Puericultorio, algunos recuperados y otros que se introdujeron como acción de investigar los legados para el servicio de la casa de expósitos sirvieron de argumentos para la atención de fondos, al margen del potencial humano ya descrito, el despliegue de un sistema basado en el principio que ningún interno está sin hacer nada durante la jornada hizo que organizáramos una día tipo completo apoyado en actividades vespertinas y nocturnas, a ello una enseñanza escolar que se complementaba con aquellas actividades.

El desarrollo de esas leyes pedagógicas tuvo dos momentos:

  1. influenciado por Joaquín Belleza desde la mirada de los salesianos, incluso siguiendo a su autor emblemático Fierro, centrada en la formación de la persona desde los principios de Don Bosco, pasando por la mente de Joaquín, de su particular enfoque como asumía el sacerdote la enseñanza. En el fondo lo mismo que se había venido haciendo por años en el Puericultorio, solo había cambiado algunas cosas como la música. Una educación para la contemplación y preparación para la vida dentro de un grupo de ideas que no buscan en el sujeto educativo más satisfacción que alimentar creencias ficcionadas, y no una razonada actitud ante Dios como sustento de la vida, de esta vida y no una futura, de una discriminación positiva por el pobre no solo de espíritu sino material, ahondada por la situación de orfandad total para algunos de ellos.
  2. la segunda etapa se desenvolvió debajo de la primera con algunas acciones, pero con mayor ímpetu cuando Jaime reemplazó a Belleza en la dirección de Tomás Valle. Mucho ayudó las lecturas pedagógicas como de escritores publicados por la Reforma de la Educación 1972 Freinet, Montessori, Salazar; lecturas personales de Mariátegui. Encinas,[25] Caro;[26] así como autores como Fanon, Freire. El enfoque fue expuesto a los profesores pagados por el MINEDU en una reunión de trabajo en marzo de 1971 donde les comunicamos que queríamos también un nuevo ciudadano desde sus propias condiciones y para lo cual pedíamos apoyo de los docentes de aula Primaria y línea de acción Secundaria a fin de coordinar con las actividades que desarrollaríamos después de la jornada escolar, que se vio con mayor claridad en las horas de estudios que se desarrollaban después de la cena en ambiente adecuado con libros para las tareas que les dejaban, sea en los últimos grados de Primaria o Secundaria. Así como las actividades complementarias institucionales a cargo de nosotros. Los profesores de Primaria más receptivos y con reparos no manifiestos en primer momento por el directivo –que era a su vez auxiliar del Puericultorio–. Los docentes de secundaria, las asignaturas técnicas más receptivos que los académicos, muchas veces con trabajo soterrado, el directivo retrechero al inicio para finalizar en otro aliado que incluso nos desplazamos a las oficinas de administración de la educación a fin de solucionar los temas de personal.

 

Principalmente había que mejorar la escolarización formal en Primaria y Secundaria que ocupaba media jornada diurna, lo cual era un contrasentido teniendo a alumnos, locales y materiales para jornadas completas. Por lo que tuvimos que utilizar las tardes con actividades curriculares centradas en artes, deportes, manualidades, oficios. Ningún estudiante –niño o adolescente– debería dejar de hacer algo, sea en la oferta de aquellas ocupaciones y/o para los pequeños el deshilachado de telas a fin que sirvan de relleno de muñecos o salir a pasear en grupos, para lo cual hubo resistencias iniciales por parte del personal rentado de la Beneficencia.

Esas actividades empezaban a las 3 de la tarde hasta las 6, para lo cual se organizaron eventos y competencias, destacando el futbol, –hubo varias olimpiadas internas-. Venía la cena a las 7 y después empezaba el estudio. Para aquellos que no tenían tareas había juegos de mesa o conversaciones informales hasta dar las 9 de la noche que todos, cansados, iban a dormir. La idea central fue que nadie esté desocupado, incluso apoyaban en la cocina, lavandería, peluquería, todos los espacios abiertos, patios, corredores en esas horas deberían estar vacíos de internos. A media tarde se distribuía un tentempié en panes con mermelada o manjar blanco, como así mismo a media jornada escolar. Para los músicos y deportistas se preparaba un menú especial por la dietista.

Para superar el tema del acoso y desidia de los veladores nocturnos se adaptó el servicio de imaginaria nocturna para lo cual los organizamos en grupo de vigilancia de dos horas durante las noches. Tomamos el ejemplo del colegio militar, la renovación de las imaginarias fue bajo nuestra supervisión apoyados por aquellos veladores que así justificaban sus remuneraciones y la cena a que tenían derecho. Los patrullajes nuestros, las imaginarias y la supervisión de los veladores hizo que en esos años se controlara las fugas de pabellones, atención a los estudiantes con enuresis, visitas a los pabellones de mujeres.

Todo ese desgaste de energía de los internos significaba mejorar la nutrición dado que se necesita aguante para una jornada regular de lunes a viernes –este para aquellos que no salían a sus casas– donde un día tipo era ocupado en todo momento con alguna actividad que todos los internos deberían inscribirse y optar durante tres meses que luego cambiarían a su elección.

El aseo personal diario en las duchas desnudos y no con trusas como los habían acostumbrado los clérigos, seguía un desayuno donde interactuaban con auxiliares y con nosotros que consumíamos los mismos alimentos, como al igual el almuerzo después de la jornada escolar, y cena.

Este tema, fue una primera medida que impactó entre los internos, antes se prepara raciones diferenciadas para los directivos, empleados de los talleres, personal administrativo y estudiantes. Se dispuso y se mantuvo durante los cuatro años que solo había una sola comida para todos –a los directivos del establecmiento que eran tres con Jaime se siguió con su dieta.

Además, se abrió un vigoroso programa de contacto familiar de los internos, sea cualesquiera el grado de parentesco que tuvieran –para lo cual accedimos a sus fichas de registros, direcciones y nombres–, salvo los huérfanos totales o cuyas familias no residían en Lima no estuvieron en el programa, pero si se incentivó que podían alojarse en los hogares de sus compañeros a algunos de aquellos. Para esto se organizó un banco escolar con la propina semanal que recibían todos los internos, Primaria 5 soles, Secundaria 8 soles.

Para que funcionara bien en aquellos institucionalizados recios, hicimos visitas domiciliarias en los cerros de Lima, pueblos jóvenes, bolsones de miseria urbanos (el Puericultorio tenía en su planilla una asistente social y psicóloga ambas burocratizadas que no salían del establecimiento). Muy pocos de los internos realmente no podían estar en sus hogares los fines de semana o las vacaciones escolares sea por padres delincuentes o drogadictos. Así el 90% de los internos visitaban semanalmente sus familias, y regresaban o el domingo en la noche o algunos el mismo lunes en la mañana. E igualmente las vacaciones escolares fueron enviados a sus familias, premiando a algunos por mejor desempeño para el campamento de verano. Donde dio fruto la organización por destacamentos de los internos que muchas veces nos libró de robos y que tenía el antecedente de las imaginarias.

Aquello se unió con otra actividad de admitir alumnos externos de la zona pobre de Magdalena, así como algunos internos que querían seguir secundaria común en colegios estatales de la zona. Esto permitió ir superando el asilamiento escolar, social y se desarrollaran vínculos escolares que contribuían a la formación de la personalidad. Procuramos que, en ambos casos, que los alumnos se sientan normales, dejando de lado el retraimiento; incluso los alumnos externos –unos 50– también desayunaban y almorzaban en la institución, que no implicaba mayor gasto dado que se eliminó el refrigerio para los empleados de los talleres que venían teniendo este servicio sin derecho a ello.

Los rendimientos escolares entonces fueron mejorando, se les preparaba para la vida de un mundo que ya no era externo, sino como actores, parte de la comunidad, sentirse dentro de ella no como “huérfanos” sino como sujetos educativos en formación. Lo de mayor impacto fue la banda de música y posterior orquesta por la cual el Colegio invitado a los desfiles escolares como a procesiones, por ejemplo, en el vecino sanatorio de Larco Herrera[27] para las fiestas de Santa Rosa de Lima (debo recordar al maestro Retuerto que les enseñó no solo a tocar instrumentos sino leer música). De igual manera, la selección de futbol también destacaba –igualmente mi respeto al entrenador profesor de educación física.

Los procesos pedagógicos principales entonces se desarrollaron en línea a las leyes aludidas. La programación curricular del servicio escolar estuvo apoyada por nosotros en el plano de la adecuación de contenidos. La organización de la formación entera estuvo en nuestras manos, por tanto, la primaria como secundaria se alinearon a su rol de escolarización. Igualmente, las direcciones de ambos niveles de educación fueron integrados a la dirección de la Sección, facilitada por la condición del directivo de primaria y el bono para el Colegio industrial. El asesoramiento fue constante incluso asistíamos a las sesiones escolares en observación. Como también los docentes eran invitados a los eventos realizados en los curriculares complementarios.

Un asunto clave fue el arte como lo referimos a la música, pero no solo eso, se desplegó con maestros contratados teatro (Sofre), mimo (Acuna), pintura (Fosta) –igualmente mi reconocimiento a ellos, todos fallecidos–. Se hicieron sesiones de cine con temas sociales, en algún momento se intentó hace fórum, también llevamos presentaciones teatrales por grupos de la UNMSM. Intentamos superar la televisión basura poniendo horarios estrictos.

 

Inicio del fin

Obvio que no todo fue lecho de rosas. Hubo fracasos y errores. Incluso se fueron incubando al interior del equipo. La presencia del oficial del Ejército cercano a los directores del establecimiento, el abandono temprano de Joaquín, un nuevo director del Puericultorio por encima de los anteriores, la partida de Emilia. Algunas de esas innovaciones fueron satanizadas en la Gerencia de la Beneficencia como el de estudiantes externos, la posibilidad de cambio de administración que agobiaba al personal auxiliar, el rebasamiento de los profesionales burocratizados, el agotamiento del grupo de 1971, el relajamiento del director de la Sección.

También las amenazas externas como debilitamiento del modelo revolucionario por la crisis económica, las contradicciones internas en el gobierno militar que tuvo su explosión el 5 de febrero 1975, los cuestionamientos a la reforma educativa por parte de sindicatos magisteriales, el alejamiento del apoyo de la esposa de Velasco, la falta de caja para que los proyectos siguieran.

El proyecto entró en decadencia como toda obra humana que si no se renueva desde sus bases la corrupción se encarga de eliminarla. Y las cosas se apresuraron ante la eventualidad de un nuevo año escolar, por la cabeza. El Puericultorio decidió no renovar a Los Voluntarios de Don Bosco que a esa distancia ni nombre era. Me propusieron asumir la dirección nombrado, así como a Manuel Herrera. Posteriormente supimos que corrieron informes del oficial del ejército que nunca fueron verificados en contra de algunos del equipo.

Ahora que memorizo esos cuatro años intensos, fatigables, Ojalá que hayan fructificado en los hijos y nietos de los egresados de hace 50 años, se enteren que sus padres y/o abuelos fueron parte de un proyecto cuya intencionalidad pedagógica fue hacer realidad una buena educación, completa, entera que no se quedara en la formación integral escolar tradicional.

 

Notas:

[1] Al sur de Lima, unos 200 kilómetros.

[2] Distrito de Chincha.

[3] Todas las personas referidas en la memoria están con nombres cambiados, a excepción del narrador; los lugares son reales, así como los hechos.

[4] Centro poblado rural en Chincha Baja.

[5] Distrito de Lima.

[6] viñeta cómica del ex diario Ultima Hora.

[7] Al sur de Lima, 70 kilómetros.

[8] Distrito de Lima.

[9] Vía expresa que atraviesa Lima de norte a sur.

[10] Distrito de Lima.

[11] Uno de los primeros supermercados de Lima.

[12] Filósofo y conductor de la Reforma educativa 1972.

[13] Nombre tradicional del Rímac.

[14] Situada en Paseo de Los Descalzos del Rímac.

[15] Sociedad de Beneficencia Pública de Lima, organización de ayuda de orígenes coloniales e integradas por los notables. Es de derecho público y su directorio designado por el Poder Ejecutivo.

[16] Presidente de la república entre 1948-1956.

[17] En 1981 acudí a una reunión en la Embajada de Canadá, organizada por un patronato integrado por personalidades nacionales del mundo de la banca, fue para asesorar a un equipo que se encargaría de la Ciudad de los Niños –Padre Iluminato–, otra institución similar al Puericultorio, y donde los canadienses invertirían 10 millones de dólares. El experto resultó el “padre” John. No acepté la asesoría, advertí los antecedentes del referido clérigo. Meses más tarde se descubrió que era una operación de engaño y los responsables habían sido descubiertos y encarcelados en aquel país.

[18] Distrito de Lima.

[19] Barrio residencial clasemediero de Magdalena.

[20] Estos auxiliares algunos de ellos exalumnos trabajaban en dos turnos, tenían a cargo un pabellón de internos. Distintos de los veladores que eran solo nocturnos.

[21] Antiguo hospital nacional para pobres de Lima, situado en los Barrios Altos del Cercado de Lima.

[22] La ley se formaliza en: Ley de la intencionalidad pedagógica: < i + p = a > donde, “i” es el propósito docente, “p” calidad profesional, “a” aprendizajes estudiantes/docente.

[23] La segunda ley se formaliza: Ley de la mediación docente: < m + (c + o) = a > donde “m” es mediación docente, “c” contenidos, “o” diálogo, “a” aprendizajes de estudiantes/docente.

[24] La tercera ley, Ley de interrelación pedagógica < i + (r + m + s) + e = a > en la cual, “i” es interrelación, “r” recursos, “m” métodos, “s” sistema, “e” enseñanza, “a” aprendizajes de estudiante/docente

[25] José Antonio Encinas, educador peruano, autor de Escuela Nueva.

[26] Germán Caro, educador peruano, autor de Estudio y Trabajo, Comunidad campesina de Huayopampa.

[27] Manicomio de Lima, que queda al frente del Puericultorio.

 

Cómo citar este artículo:

DELGADO HERENCIA, César Hildebrando, (2020) “Un proyecto para armar. Memoria de una experiencia pedagógica en un orfanato del Perú”, Pacarina del Sur [En línea], año 11, núm. 44, julio-septiembre, 2020. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Martes, 19 de Marzo de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1900&catid=10