Guardianes de la espada de Simón Bolívar

Dalia Ruiz Ávila[1]

 

 

 

In memoriam Brigitte Loire y Miguel Concha, hermanos dominicos, sembradores de utopías

 

Introducción

La espada de Simón Bolívar, la cual El Libertador llevó consigo durante la consolidación de la independencia de la Nueva Granada y, que rememoraba la batalla de Boyacá y la entrada triunfal de los liberadores a Santa Fe de Bogotá, cobró diversos significados en la década de 1970.

La espada se convirtió en un elemento contencioso de interés de diversos jóvenes universitarios colombianos de la década de 1960; especialmente al calor del efervescente latinoamericanos y luchas libertarias de la época. En ese contexto fue que el grupo insurgente autonombrado Movimiento 19 de abril (M-19) buscó restaurar el sentido emancipador de este símbolo.

Después de una minuciosa evaluación de las condiciones de seguridad y funcionamiento del recinto que resguardaba la espada de El Libertador, el grupo insurgente M-19 se apoderó de la espada en busca de utilizarla como símbolo de lucha y compromiso de liberar a su patria del yugo opresor. En esta ocasión, el enemigo del pueblo no era el dominio colonial español, sino la clase oligárquica instaurada en el poder político y militar colombiano.

Antes de esta sustracción la espada de Bolívar no estaba embestida como símbolo político del siglo XX; pero una vez fue tomada y resignificada por el M-19 el Estado colombiano se empecinó en recuperarla, y posterior a ello, convirtió a la espada de Bolívar en un símbolo de poder para ser usado y evocado en diversas narrativas y actos de las políticas de Estado colombiano.

El sustento narrativo de este artículo se basa en una entrevista concedida por escrito por monseñor Sergio Méndez Arceo a la autora de este artículo y Ángel Torres Valendiana, en marzo de 1980. En el artículo se reproducen algunos elementos textuales de las notas escritas a mano tanto por los entrevistadores como por el entonces obispo de Cuernavaca.

 Por lo que la reproducción y discusión en torno a esta entrevista busca destacar el significado e importancia que la espada de El Libertador generó entre los milicianos del M-19, entender el papel simbólico de la conformación de la Orden de Guardianes de la espada de El Libertador y problematizar la contienda estatal y miliciana en torno a este símbolo.

 

Antecedentes históricos

Para contextualizar las contiendas en torno a la toma de la espada de Simón Bolívar es necesario mencionar, por un lado, el asesinato en Bogotá de Álvaro Fayad Delgado “el turco”, líder, cofundador y máximo dirigente nacional del M-19 el día 13 de marzo de 1986 a manos de elementos del Grupo de Operaciones Especiales (GOES) del ejército de Colombia. Fayad fue quien encabezó la sustracción de la espada de El Libertador, resguardada en una urna instalada en la casa-museo de la que fuera la quinta de Don Simón y de Manuelita Sáenz, el 17 de enero de 1974.

Tras la desaparición de Fayad el comandante Carlos Pizarro Leongómez asumió el mando del M-19. Pizarro solía afirmar que la espada de Simón Bolívar se encontraba en las manos del pueblo que luchaba por la paz con justicia social.

Poco más de una década después del asesinato de Fayad, a inicios de julio de 1986, el papa Juan Pablo II visitó Colombia. En un acto público colmado por miles de personas en Cali el pontífice suplicó por la desaparición de la guerrilla en Colombia, y en otro acto en la plaza de Bolívar en Bogotá sentenció que los insurgentes eran “extremos insensatos del terrorismo” (Ramos, 2022, p. 361). Las enunciaciones del pontífice se daban en un momento álgido de convulsión en Colombia tanto por la violencia política, en la que el Estado colombiano había asesinado a diversos líderes sociales, así como se vivían los estragos producidos por la explosión del nevado de Ruiz.

Ese mismo mes de julio, el M-19 sufrió un fuerte golpe debido a la pérdida de Gustavo Arias Londoño, comandante Boris, estratega y activo militar; y en agosto de ese mismo año, asumió la presidencia de Colombia Virgilio Barco cuyo lema de campaña fue “mano tendida y pulso firme”. Sin embargo, en el primer año de su gobierno la violencia y la inconformidad social fueron parte de la escena cotidiana.

El pronunciamiento de Juan Pablo II era ajena al ímpetu transformador de las bases eclesiales en las que se llevaban a cabo prácticas de la misión pastoral más sociales, más humanas y más involucradas con los contextos culturales, sociales y políticos locales. Las respuestas de monseñor Sergio Méndez Arceo son develadoras en ese aspecto de la adhesión solidaria de pastores integrantes de la jerarquía católica con los movimientos de reivindicación social en América Latina.

 

Custodios y Guardianes de la espada

La espada de Don Simón Bolívar, durante 17 años estuvo dada por perdida, pero en realidad estaba escondida y pocos eran los que sabían su paradero. Durante los años en que la espada estuvo bajo resguardo del M-19 fue custodiada por prostitutas, por el poeta León de Greiff en Colombia, y posteriormente inició un periplo por Panamá y Cuba, tiempo en el que se potenció su reconocimiento y adquirió diferentes denominaciones:

  • Símbolo patrio/nacional
  • Emblema colombiano
  • Símbolo de lucha… hasta morir por el ideal de la paz
  • Gloriosa espada… tradición de combate
  • Compromiso que implicaba continuar la misión redentora
  • Joya guerrera representativa del símbolo patrio del poder
  • Ostensión del poder
  • Estandarte de la lucha contra la oligarquía
  • Vínculo directo con la mano de Bolívar
  • Poseedora de la gloria que le transmitió El Libertado

 

De este conjunto de enunciados, extraídos de obras literarias y de discursos de militantes del M-19, se destaca la dimensión simbólica que se le otorga, es decir, lo que expresa el símbolo de la espada es el valor porque todo símbolo representa un valor.

La espada de El Libertador Simón Bolívar adopta el funcionamiento de un símbolo complejo (Reboul, 1999). Obsérvese la relación de enunciados y nótese que no se le puede traducir con una sola palabra, que integra subespecies como “estandarte”, “joya guerrera”, “emblema”; estos símbolos exhiben complejos conjuntos de valores que ostentan los insurgentes, representantes del pueblo; los custodios y posteriormente los guardianes.

El símbolo y lo que representa se encuentran en un mismo plano y éste no se conforma con proporcionar información, posee una arista comunicativa que no es únicamente del orden de lo referencial, sino que alcanza la expresividad y emotividad (Jakobson, 1986), mediante él se expresa la sociedad, al tiempo que se reconoce lo que es, también registra lo que no es ella, por ejemplo, “Símbolo de lucha… hasta morir por el ideal de la paz”.

El M-19, quien en 1974 recuperó y revalorizó este símbolo olvidado en el museo, reavivó la espada de El Libertador como símbolo activo de las luchas del presente. Para ello movilizó como imagen-fuerza un mapa de América del Sur sobre el cual estaba la espada de Bolívar. Esta se convirtió en una de las representaciones simbólicas de la lucha del M-19.

 

Réplicas de la espada

Los militantes del M-19 solían regalar a simpatizantes y colaboradores una pequeña réplica, hecha de oro, de este símbolo hecha en oro y quienes la recibían pasan a formar parte de la Orden de Guardianes de la Espada. Misma que estuvo constituida por personalidades internacionales que los milicianos reconocían por sus aportes a la gesta bolivariana de la segunda mitad del siglo XX, y se además se asumían como antiimperialistas; estos guardianes en términos simbólicos cuidarían y resguardarían el arma que acompañó a El Libertador en múltiples batallas. De esta manera se mantenía viva la memoria de la espada de Bolívar.

Imagen 1. Espada de Bolívar, reproducción que se entregaba a quienes eran reconocidos como miembros de la Orden de Guardianes de la Espada
Espada de Bolívar
Fuente: imagen de la autora, archivo propio

A las personas seleccionadas se les entregó junto con la réplica, una carta y un pergamino en el que se les nombraba integrantes de esta Orden, ambos documentos fueron firmados por los comandantes Carlos Pizarro Leongómez y Antonio Navarro Wolf.

Las personalidades que recibieron esta distinción:

- Fidel Castro, presidente cubano

- Monseñor Sergio Méndez Arceo, obispo de Cuernavaca Morelos, México

- Eduardo Galeano, escritor uruguayo

- El Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) del Salvador

- Las Madres de la Plaza de Mayo, Argentina

- Don Hélder Cámara, obispo de Tenerife, Brasil

- Tomás Borge, dirigente sandinista

- Omar Torrijos, presidente de Panamá[2]

 

La creación de esta Orden confirió a la espada de Bolívar nuevos significados, por un lado porque congregó a personas con amplio reconocimiento internacional por su compromiso por las luchas emancipatorias en América Latina, y la vigencia de la lucha bolivariana en el siglo XX. Estas réplicas permitían que la espada estuviera de manera simbólica presente en varias geografías en un momento en el que por diversas razones la espada original no podía ser devuelta al pueblo colombiano. Primero, porque el movimiento había jurado entregarla cuando en el país imperara la democracia, la justicia y la paz. Segundo, porque los avatares de la clandestinidad y la compartimentación estaban dificultando el encuentro de la preciada arma cuyo periplo había trascendido a diferentes naciones.

 

Don Sergio y su compromiso latinoamericano

Don Sergio Méndez Arceo (1907-1992) reconocía haber nacido en un ambiente socioeconómico en el que no vivió privaciones, en alguna ocasión afirmó: “yo nací en pañales de seda, el pueblo me convirtió”. Se graduó como doctor en Historia en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma; fue nombrado obispo de la diócesis de Cuernavaca, capital del estado de Morelos en 1952 y permaneció en ésta hasta 1982 cuando por su edad el Vaticano le aceptó su renuncia.

Sus misas dominicales en la catedral de la diócesis eran ambientadas con música mexicana interpretada por mariachis; este recinto se llenaba de gente del pueblo, de exiliados latinoamericanos y de intelectuales comprometidos socialmente para escuchar las homilías de este ideólogo de la teología de la liberación. Vestido de sotana blanca y con báculo de madera que en la parte alta ostentaba un pequeño calabazo solía reflexionar sobre los principales acontecimientos políticos de la semana.

Don Sergio, visitó en la cárcel de Lecumberri (en Ciudad de México) a los presos políticos de 1968, apoyó a los obreros en diversas huelgas, denunció la invasión norteamericana a Cuba, a Vietnam y Centroamérica; el 17 de abril de 1981 excomulgó a los torturadores, brindó solidaridad a los exiliados de Chile, Argentina, Colombia, Guatemala, Salvador y Nicaragua, entre otros países.

En febrero de 1980 el M-19 tomó la sede de la Embajada dominicana en Bogotá en un operativo llamado “Libertad y democracia”. Las agencias de noticias y los periódicos de la época daban cuenta diariamente de lo que acontecía en ese espacio y de las posiciones del gobierno y los integrantes del movimiento. Sin embargo, faltaban voces representativas de sectores sociales que opinaran sobre este acontecimiento. Fue por eso que Ángel Torres Velandio y yo, Dalia Rúiz Ávila visitamos en la catedral de Cuernavaca a monseñor Méndez Arceo, presidente del Secretariado Internacional Cristiano de Solidaridad con los pueblos de América Latina (SICSAL); organización comprometida con la solidaridad desde la fe cristiana, a fin de conocer su opinión sobre este operativo.

Aquel hombre, amigo de los presidentes Salvador Allende y Fidel Castro y de imponente estatura, se quedó pensativo un momento y dijo “déjenme las preguntas escritas y vengan mañana…”. Al día siguiente nos entregó por escrito de su puño y letra en papel esténcil un testimonio de su compromiso con la lucha de los pueblos latinoamericanos; años más tarde, comentó “de las entrevistas que he dado, ésta es la que más ha recorrido el mundo”. Algunos fragmentos extraídos de sus respuestas refieren:

 

Para nuestros países no hay otra alternativa válida que la del socialismo. Un socialismo libre y participativo. Una democracia auténtica del pueblo mayoritario

 

Esta es la respuesta que da a la primera pregunta que en la parte final refiere

 

[…] la inflación […] continúa favoreciendo la concentración de riqueza y el crecimiento del PIB beneficia a los poderosos ¿qué alternativas vislumbra para los explotados?

 

Imagen 2. Fragmentos de la entrevista hecha a monseñor Méndez Arceo por Dalia Ruiz y Ángel Torres, marzo de 1980
Fragmentos de la entrevista hecha a monseñor Méndez Arceo
Fuente: Imágenes de la autora, archivo propio

En la segunda interrogante se aborda el tema “de la toma de las embajadas como una moda que se inicia en la década de los 80. Para usted, ¿estas acciones a qué responden?”

El obispo de la catedral de Morelos escribió: “La vulnerabilidad de las embajadas ha sido internalizada en el ánimo de los que no tienen voz […] poco a poco la lucha lo invade todo. Es una lucha comprobable sin juicio de valor. No condenable, sin lugar a dudas es el acorralamiento del sistema vigente contra la liberación”

Imágenes 3-5. Fragmento de la entrevista hecha a monseñor Méndez Arceo por Dalia Ruiz y Ángel Torres, marzo de 1980
Fragmentos de la entrevista hecha a monseñor Méndez Arceo
Fragmentos de la entrevista hecha a monseñor Méndez Arceo
Fragmentos de la entrevista hecha a monseñor Méndez Arceo
Fuente: Imágenes de la autora, archivo propio

Posteriormente se le solicita su opinión en torno a “¿qué es un guerrillero?, ¿por qué surge la guerrilla y cuál cree que es el papel de estos grupos en una sociedad?. Este personaje reconocido internacionalmente por su opción por los pobres, no duda en responder “Para decirlo bíblicamente: un guerrillero es un Moisés […] Moisés ante el maltrato de sus hermanos por el egipcio, se compromete y huye. Tiene una trastornadora experiencia mística y ve con claridad que sublevarse […] es la respuesta de Dios al clamor llegado a sus oídos […]”

Imágen 6-8. Fragmentos de la entrevista hecha a monseñor Méndez Arceo por Dalia Ruiz y Ángel Torres, marzo de 1980
Fragmentos de la entrevista hecha a monseñor Méndez Arceo
Fragmentos de la entrevista hecha a monseñor Méndez Arceo
Fuente: Imágenes de la autora, archivo propio

Don Sergio, al posicionarse en torno a un hecho que trascendió las fronteras del país suramericano, transmite el dolor que siente y su fe en Dios; se sitúa en el momento histórico por el que le toca responder y no duda al afirmar que comparte “con todos sus hermanos y amigos colombianos sus anhelos de una Colombia nueva”.

En relación con el tema de los Derechos Humanos, Don Sergio, también como el obispo rojo, apuntó: “Estamos acostumbrados a las negaciones sistemáticas de las denuncias más fundadas de la existencia de presos políticos, de las torturas, de los desaparecidos. Ninguna persona sensata cree; aunque los factores de la represión, muchos anticomunistas, por ejemplo, las justifiquen o al menos las expliquen”.

También en la entrevista se le pide su opinión en torno a las declaraciones de Juan Pablo II en Roma y del cardenal Aníbal Muñoz Duque en Bogotá, quienes condenaron la acción del M-19, pero guardaron silencio ante los Consejos verbales de guerra, la tortura y la violación de los derechos humanos en el país

 

[…] Pienso que en parte el papa está atado por el sistema de las relaciones sistemáticas. Depende además de las informaciones recibidas por él. El nuncio en Nicaragua aseguraba pocos días antes del triunfo sandinista, el triunfo de Somoza.

Yo no puedo convertir esta entrevista en un sermón, pero los cristianos no podemos desaprovechar esta ocasión de reflexionar en la urgencia de penetrar en la exigencia evangélica de la liberación de los pueblos, en las mediaciones de organización política imprescindibles […]

 

Don Sergio vivió la incertidumbre por la demora de una salida pacífica a este conflicto, sin embargo, se mantuvo en la esperanza y no dudo en lanzar su palabra como arma solidaria apuntando al futuro: “Innegablemente la lucha por la libertad en Colombia va a quedar indeleblemente marcada por este acontecimiento”.

La trascendencia y vigencia de su mensaje a pesar del tiempo transcurrido (marzo de 1980) muestra por qué monseñor Méndez Arceo fue designado Guardián de la espada de El Libertador Simón Bolívar.

Continúan fotos del manuscrito original:

Imágenes 9- 11. Fragmentos de la entrevista hecha a monseñor Méndez Arceo por Dalia Ruiz y Ángel Torres, marzo de 1980
Fragmentos de la entrevista hecha a monseñor Méndez Arceo
Fragmentos de la entrevista hecha a monseñor Méndez Arceo
Fragmentos de la entrevista hecha a monseñor Méndez Arceo
Fuente: Imágenes de la autora, archivo propio

 

Imágenes 12- 13. Fragmentos de la entrevista hecha a monseñor Méndez Arceo por Dalia Ruiz y Ángel Torres, marzo de 1980
Fragmentos de la entrevista hecha a monseñor Méndez Arceo
Fragmentos de la entrevista hecha a monseñor Méndez Arceo
Fuente: Imágenes de la autora, archivo propio

 

Imagen 14. Fragmentos de la entrevista hecha a monseñor Méndez Arceo por Dalia Ruiz y Ángel Torres, marzo de 1980
Fragmentos de la entrevista hecha a monseñor Méndez Arceo
Fuente: Imagen de la autora, archivo propio

 

Imágenes 15-16. Fragmentos de la entrevista hecha a monseñor Méndez Arceo por Dalia Ruiz y Ángel Torres, marzo de 1980
Fragmentos de la entrevista hecha a monseñor Méndez Arceo
Fuente: Imágenes de la autora, archivo propio

 

Imágenes 17-19. Fragmentos de la entrevista hecha a monseñor Méndez Arceo por Dalia Ruiz y Ángel Torres, marzo de 1980
Fragmentos de la entrevista hecha a monseñor Méndez Arceo
Fragmentos de la entrevista hecha a monseñor Méndez Arceo 
Fuente: Imágenes de la autora, archivo propio

 

Imágenes 20-22. Fragmentos de la entrevista hecha a monseñor Méndez Arceo por Dalia Ruiz y Ángel Torres, marzo de 1980
Fragmentos de la entrevista hecha a monseñor Méndez Arceo
Fragmentos de la entrevista hecha a monseñor Méndez Arceo
Fragmentos de la entrevista hecha a monseñor Méndez Arceo
Fuente: Imágenes de la autora, archivo propio

 

Imágenes 23-24. Fragmentos de la entrevista hecha a monseñor Méndez Arceo por Dalia Ruiz y Ángel Torres, marzo de 1980
Fragmentos de la entrevista hecha a monseñor Méndez Arceo
Fragmentos de la entrevista hecha a monseñor Méndez Arceo 
Fuente: Imágenes de la autora, archivo propio

 

Palabras de cierre

Los custodios de la espada de Simón Bolívar asumieron la responsabilidad de cuidar, proteger y mantener bajo las mejores condiciones la espada de El Libertador Simón Bolívar, objeto que encarnaba una gama de valores de lucha tanto para los militantes del M19, como para las personas que fueron designadas para custodiarla, tanto de la espada original, como de las reproducciones de la misma.

La espada de Bolívar entendida como símbolo de lucha no se encuentra en el orden de los conceptos, sino del sentimiento, de la pertenencia a un grupo social que comulga, más allá de la comunicación prevaleciente en una cultura (Augé, 1979). Por el carácter y el lugar que en la historia de Colombia representa la espada de Bolívar es pertinente reconocer que todo lenguaje simbólico también tiene una veta política y se relaciona con el poder y la ideología (Turner, 1997), porque el funcionamiento simbólico propicia que los individuos reconozcan su lugar y lo admitan a partir de las diferencias presentes en la sociedad.

Considero importante reavivar esta discusión en el marco del nuevo calor político que se suscita hoy en Colombia a raíz de la ratificación de Gustavo Francisco Petro Urrego, exguerrillero del M19, a la presidencia del país y de la participación de la afrodescendiente Francia Márquez como vicepresidenta. Recuérdese que la primera orden de Petro fue que llevaran la espada de Bolívar a la ceremonia de su investidura presidencial: “La espada representa demasiado para nosotros y quiero que nunca más esté enterrada, que sólo se envaine, como dijo su dueño El Libertador, cuando haya paz […]” (Petro, 2022).

Por lo que es un momento propicio para reflexionar sobre el papel de este símbolo en la historia reciente de Colombia, pero también del ideario bolivariano en Nuestra América.

 

Referencias

  • Augé, M. (1979). Símbolos, función e historia. Interrogantes de la antropología. Grijalbo
  • Reboul, O. (1999). Los valores de la educación. Idea Universitaria
  • Jakobson, R. (1986). Ensayos de lingüística general. Cátedra
  • Petro U. G. (2022) Discurso de toma de posesión.
  • Ramos J. (2021). Soy la herida y soy la espada. Publicaciones Gaviota
  • Turner, V. (1997). La selva de los símbolos. Siglo XXI

 

Notas

1 Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

2 Falleció antes de recibirla, se le entregó a su familia.

 

Cómo citar este artículo:

Ruiz Ávila, Dalia, (2023) “Guardianes de la espada de Simón Bolívar”, Pacarina del Sur [En línea], año 15, núms. 50-51, enero-diciembre, 2023. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Miércoles, 11 de Diciembre de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.com/index.php?option=com_content&view=article&id=2088&catid=4