Fútbol Mexicano. Orígenes y desdichas
La rápida eliminación de la selección mexicana del Mundial Qatar 2022 –quedó fuera en la fase de grupos con un empate, una derrota y una victoria –reavivó el eterno debate en el cual se enfrascan directivos, técnicos, jugadores, prensa especializada y buena parte de la opinión pública que apuesta sus sentimientos al representativo mexicano buscando en un logro deportivo, la alegría que la vida cotidiana le escamotea en otros órdenes del ámbito personal. Cuando el dinero no alcanza y las aspiraciones materiales parecen cada vez más lejanas, un triunfo del seleccionado nos hermana con el vecino, el compañero de trabajo, el amigo que no hemos visto en años. Los festejos por los éxitos de la selección de fútbol generan un sentimiento de comunión y hermandad que solo se reconoce frente a catástrofes naturales. Por unos días el vapuleado “tricolor” es un patrimonio colectivo que parece escaparle a la manipulación mediática y al hostigamiento publicitario de las corporaciones que patrocinan al equipo nacional.
Pero después del fracaso en Qatar todo voló por el aire. Ya no hubo fiestas ni abrazos, se postergaron las comidas de camaradería y volvieron a las charlas de sobremesa las preguntas más duras. ¿Dónde radica el problema? ¿El error es designar como técnico a personas ajenas a la historia del fútbol local? ¿Hay demasiados jugadores que provienen de otras ligas y desplazan a los jóvenes mexicanos? ¿Ya no se trabaja con las divisiones inferiores y se privilegian las contrataciones de jugadores con carreras casi concluidas en otros países? ¿Será que chequera mata cantera y resulta el camino más corto para la obtención de nuevos trofeos?
En este ensayo no se pretende responder todas las interrogantes mencionadas, pero se reflexiona y de algún modo se contribuye a identificar ciertas limitantes históricas del proceso de implantación y desarrollo del fútbol en México.
Imagen 1. Fútbol
Fuente: Luis Alvaz, 2019. Balones de fútbol verde colgados en cabes (Paseo de la Reforma, CDMX). Imagen usada con licencia Creative Commons CC BY-SA 4.0 https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Balones_de_futbol_verde_colgados_en_cables_(Paseo_de_la_Reforma_CDMX)_02.jpg
Antecedentes
La práctica del fútbol en México y la aparición de los primeros equipos, estuvo asociada –al igual que en la mayoría de los países de la región– a la iniciativa y el interés de las comunidades de extranjeros radicados en territorio nacional y al entusiasmo de algunos promotores locales. En nuestra experiencia, las colectividades inglesa y española fueron particularmente emprendedoras en la difusión de los aspectos reglamentarios de este deporte y en la organización de los primeros torneos locales de carácter amateur.
Las actividades lúdicas son tan antiguas como la misma aparición de la sociedad humana. El juego acompañó el desarrollo de tareas tan primarias como la obtención de alimentos y la defensa del espacio geográfico, pero debieron pasar varios siglos para que se consagraran en un cuerpo normativo estable, las formas lícitas de ejercer un deporte determinado. Los juegos de caballería y la muestra de habilidades y destrezas en el manejo de ciertas armas al igual que los llamados juegos de pelota, fueron relevantes durante el período pre-capitalista.
El siglo XVIII y en particular la segunda mitad del XIX, fueron especialmente prolíficos en la sanción de reglamentos que normaban la práctica de ciertos juegos y que permitían confrontar a dos contendientes que aceptaban desempeñarse con el reconocimiento explícito de una normativa común. La transgresión al reglamento fue señalada como una falta que ameritaba la penalización del o los jugadores y el cumplimiento del castigo correspondiente.
El progresivo avance de las formas capitalistas de organización social trajo aparejado el establecimiento de otro paso sustantivo en la práctica del deporte: la organización de torneos que excedían los límites locales y comprometían la participación de adversarios de varias localidades o regiones hasta llegar más tarde, a las competencias de carácter nacional. Las divisas deportivas –bajo las formas de clubes o equipos– se transformaban paulatinamente, en referentes nacionales que excedían los límites de la ciudad, el barrio o la provincia.
Fueron tres los pilares principales sobre los cuales creció y se instalaron los núcleos primarios que promovieron la formación de equipos de fútbol: a. Agentes locales organizados a partir de grupos promotores que se identificaban por la cercanía territorial –el barrio– o por compartir experiencia comunes en ámbitos de trabajo, actividades económicas o en instituciones educativas; b. Organismos privados o sociales de carácter sindical o empresarial como grupos patronales o asociaciones religiosas que promovían el deporte como parte de sus actividades filantrópicas y de integración social de los jóvenes; c. Instituciones públicas que eran rectoras en el área educativa y responsables de impulsar y difundir actividades recreativas y deportivas.
En el medio mexicano el fútbol debió competir desde muy temprano, con los deportes que llegaban desde los Estados Unidos. Juegos como el basketball, baseball y el llamado fútbol americano procuraban ganar su propio espacio en el interés y simpatía de los jóvenes. Aún bajo estas condiciones el fútbol soccer tuvo –en algunas regiones del país– una rápida aceptación y contó con un público propio en el cual se identificaban trabajadores y artesanos con familias de las clases medias de origen migrante dedicadas en su mayoría, al comercio y a las actividades empresariales.
Puede afirmarse que el fútbol mexicano estuvo marcado, desde su nacimiento, por la impronta barrial y el sello social de las comunidades y grupos que impulsaron su práctica y organización como actividad amateur. Sin embargo, el ingreso en el profesionalismo y su gradual comercialización de la mano de grandes empresas patrocinadoras y de los medios de difusión masiva –la televisión ocupa un lugar especial– le quitaron implante territorial e hicieron más difusa la pertenencia de ciertas divisas deportivas a determinadas colonias y barrios. El sistema de franquicias terminó de poner la puntilla a los antiguos equipos surgidos con anclajes territoriales y sociales bien definidos.
Los comienzos
La segunda década del siglo pasado resultó prolífica en el surgimiento de colectivos dedicados a la práctica del fútbol, fue notoria la presencia de comunidades de migrantes y de los hijos de extranjeros residentes que promovieron este deporte. Este dato, constitutivo del origen de algunos equipos, se transformó en un factor determinante en relación a los dos aspectos que mayor peso tuvieron en ese momento: la identificación de algunas divisas como “extranjeras” –adquirió especial virulencia la animadversión hacia los equipos promovidos por españoles, “gachupines”, en lenguaje coloquial– y el apoyo del público local y de raíz popular a los clubes “mexicanos”.
Sobre el punto anterior, es conveniente señalar que, en sentido estricto, no podía identificarse a ciertos cuadros como extranjeros por el solo hecho de haber sido creados por personas de origen español, inglés o francés. Con frecuencia se trataba de planteles que tenían en sus filas a jugadores que aun siendo hijos de migrantes, eran ciudadanos mexicanos y a otros que se formaron como parte de la iniciativa de emprendedores locales pero contaban en su plantilla a muchachos cuyos padres no eran mexicanos o bien ellos mismos habían llegado al país siendo muy pequeños.
El otro factor relevante era de carácter social. En este plano, hay un dato sustantivo que no puede obviarse y responde a la extracción de clase de los grupos promotores. Si en el caso de equipos como Euzkadi, España o Asturias el origen nacional de los fundadores respondía claramente a ciertas regiones y ciudades de España, la “patria chica” de los migrantes, el otro dato, no menor, establecía líneas divisorias aún más fuertes. Por tratarse de personas dedicadas a las actividades comerciales e industriales, se hacía más profundo el rechazo del público local hacia esos equipos identificados como los representantes de los ricos de origen no-mexicano.
En contraposición, divisas deportivas como Atlante y Necaxa en la Ciudad de México, no por casualidad fuertemente marcadas por su “mexicanidad”, debían su aparición en el ámbito deportivo al empuje de promotores locales –el equipo de los morenos o “prietitos” en el caso del Atlante– o a la iniciativa del Sindicato de Electricistas en el caso de Necaxa. Otra importante organización obrera, el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana, promovió y sostuvo durante años, al equipo Tampico-Madero cuyo estadio se encuentra en ese importante centro industrial del sur de Tamaulipas. La confrontación política y el encarcelamiento del máximo dirigente del gremio, Joaquín Hernández Galicia –La Quina– por una decisión del gobierno de Carlos Salinas en enero de 1989, echó por tierra la participación de ese representativo en el máximo circuito del fútbol mexicano.
En cuanto a los orígenes del balompié nacional, debe destacarse la aparición del equipo pionero del fútbol local, el Pachuca British Club creado en octubre del año 1900, un plantel que surgió de la mano de los técnicos ingleses que trabajaban en las minas del estado de Hidalgo. En pocos años se transformó en una verdadera pasión lugareña y hasta la fecha los “tuzos” mantienen una fuerte raigambre popular. El equipo América, que nació poco después, superó la cuestión nacional por tratarse de un colectivo mexicano, pero durante algunos años fue identificado como el plantel de los “ricos mexicanos” debido a que el grupo promotor pertenecía a una escuela privada de reconocido prestigio en la ciudad.
A los factores anteriores se añadieron otros elementos que hacen al diseño de los espacios físicos donde se desarrollaban los partidos y a la disposición de los asientos que debía ocupar el público. La comunidad española tomó las denominaciones que provienen de la tradición taurina, no por casualidad los estadios se denominaron “parques” y las tribunas se dividían en “sol y sombra”. Como es habitual el costo de los boletos de sombra son más caros que los de sol, y los registros gráficos de la época no mienten, la gente de piel clara y atuendo elegante se ubicaba en el área de sombra y los trabajadores de piel morena y ropas modestas en las tribunas de sol. En el trabajo de Tesis de Maestría que Daniel Efraín Navarro presentó en la Universidad Nacional Autónoma de México (2017) y en la Tesis de Doctorado que defendió en El Colegio de México (2021) puede encontrarse una magnífica descripción del paisaje social y deportivo que estamos mencionando.
No faltaron las repercusiones en el espacio de la literatura y el cine que hicieron referencia a esta confrontación social y deportiva durante los años veinte y treinta. Con la constitución formal de la Federación Mexicana de Fútbol en agosto de 1922 y la instauración del profesionalismo en 1943, el balompié local sufrió un cambio cualitativo que lo aproximó al sistema que regía los campeonatos de Europa y Sudamérica. Para bien y para mal, el profesionalismo modificó para siempre la práctica de este deporte en el territorio mexicano.
Imagen 2. Cancha local
Fuente: Juan Carlos Cabrera, Tepoztlán, 2019. Imagen utilizada para este artículo con permiso del autor
- La liga profesional
La transformación del fútbol en una actividad remunerada para quienes la practicaban y con fines lucrativos para sus promotores y encargados de la gestión de los torneos, trajo aparejadas otras vinculaciones de este deporte con los poderes económicos. Ciertas empresas demostraron interés en promover sus productos y dar a conocer sus marcas comprando publicidad en los estadios –anuncios estáticos en una época que no había televisión ni internet– y poco después patrocinaron a los equipos bajo la modalidad que ahora conocemos como “venta de franquicias”. Este sistema de manejo de los planteles desplazó la figura del “club” como institución social y deportiva con diversas actividades de participación social: educación, música, talleres de pintura y arte escénico, entre otros programas de enseñanza. El concepto de franquicia es más estrecho en términos sociales, pero más redituable como figura económica y más atractivo como opción lucrativa.
La ampliación del mercado futbolístico benefició al torneo local y los equipos vinculados a las ciudades y estados de origen adquirieron fuerte presencia entre los aficionados de ese origen. Guadalajara abrió una hermosa tradición de fidelidad deportiva a sus colores entre el público de Jalisco que se extendería más tarde a otras entidades de la República. Atlas, también de Guadalajara, una institución que conservó hasta tiempos recientes, la forma asociativa de club, supo ganar el afecto de los “tapatíos” aunque con menor proyección territorial. Un proceso similar se vivió con equipos como América, nacido en la Ciudad de México, y en otros casos como fenómenos más locales que nacionales –aunque un tanto discontinuos por tropiezos económicos y deportivos– se cuentan la trayectoria de Veracruz, en la ciudad del mismo nombre, Santos en la región de La Laguna, estado de Coahuila y el equipo de León en Guanajuato, entre otros.
La mala fortuna llevó a dos equipos pioneros del balompié mexicano, como Necaxa y Atlante, a la paulatina degradación de su historia. De la mano de inversores sin escrúpulos futbolísticos, fueron perdiendo presencia en las preferencias populares y se vieron sometidos a cambios de sede. Atlante pasó a jugar en una plaza no-futbolística como el centro vacacional de Cancún, Quintana Roo y Necaxa, después de recuperar su nombre –un empresario lo rebautizó Deportivo Español– viajó a la ciudad de Aguascalientes. Este peregrinar dañó en muchas ocasiones, el sentido de pertenencia territorial de equipos que habían sido protagonistas destacados del surgimiento del fútbol. Otro caso reciente es el de Morelia, un equipo que lucía orgulloso el nombre de la ciudad capital de Michoacán y que de la mano de Televisión Azteca –empresa dueña de la franquicia– pasó a denominarse “Monarcas”, en supuesta alusión a las mariposas migratorias que bajan de Canadá y que buscan refugio durante el invierno, en los bosques michoacanos.
La venta de franquicias tuvo dos beneficios notables para los equipos del fútbol mexicano, el respaldo económico permitió contar con planteles más estables y con jugadores bien remunerados y con dedicación exclusiva. Esta estrecha relación empresas-equipos también permitió fortalecer los planteles con la contratación de elementos surgidos en otros cuadros o nacidos fuera del país.
La liga mexicana ganó rápidamente prestigio y solidez organizativa en comparación con el resto del fútbol centro y norteamericano. Recordemos que la práctica de los deportes en Canadá y Estados Unidos cuenta con recursos superlativos y que el apoyo económico, tanto público como privado, es notoriamente más alto que en México. No obstante en el caso particular del fútbol, la realidad mexicana fue desde los orígenes bastante más favorable y este deporte logró una aceptación que no alcanzó en esos dos países. La difusión de este deporte entre nuestros jóvenes, resultó mucho más amplia y continuada que en las dos grandes economías de América del Norte.
La experiencia de Centroamérica también aparece en desventaja con respecto al caso mexicano, tanto en infraestructura como en la consolidación de equipos profesionales, las diferencias son notorias. El desarrollo futbolístico en las naciones del Caribe es más reciente ya que se trata de sociedades en las cuales la difusión y práctica del fútbol es muy cercana y –salvo en Haití– debió competir con los deportes que impuso la propaganda de los Estados Unidos. El basketball, el baseball, el cricket y el box adquirieron una notable presencia en la población caribeña.
Una nueva era. La irrupción de la televisión
Durante los años cincuenta y de manera abrumadora a partir de la década de los sesenta, la presencia de la televisión marcó el acontecer del fútbol mexicano. La instalación de las primeras repetidoras de lo que sería más tarde la empresa Televisa, constituye un verdadero hito para el fútbol profesional. En buena medida, la dimensión comercial que adquirió el ingreso de las transmisiones televisivas a los hogares de sectores medios y familias trabajadoras, multiplicó hasta dimensiones insospechadas la afición por la práctica del fútbol y el interés por presenciar los partidos. De igual forma, la preocupación del público por conocer la situación de los equipos en el torneo de la primera división y valorar el desempeño de los jugadores más destacados, ganó un merecido espacio en las charlas de café y en las conversaciones de sobremesa.
La inauguración de uno de los estadios más hermosos del mundo confirmó uno de los logros de mayor orgullo del fútbol mexicano. En 1966 se habilitó oficialmente, de la mano de uno de los más importantes empresarios de México, don Emilio Azcárraga Milmo, el monumental estadio Azteca. La presencia, en la ceremonia inaugural, del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz, se vería cuestionada dos años después, por la matanza de los estudiantes en la Plaza de Tlatelolco, la tarde del 2 de octubre de 1968. Con la inauguración del “Coloso de Santa Úrsula”, se hizo realidad una de las obras clave que le permitió al fútbol mexicano postular y obtener la organización del torneo Mundial de 1970.
El desarrollo de ese campeonato con la presencia de un inolvidable Brasil, a la postre ganador y depositario definitivo de esa copa Jules Rimet, marcó la consolidación del fútbol como uno de los deportes de mayor aceptación en el medio social mexicano.
De manera lenta aquellas entidades de la República que estaban más alejadas del medio futbolístico, comenzaron a demostrar interés por las transmisiones televisivas y por la ocasional presencia, de los equipos de la primera división que disputaban partidos amistosos con fines benéficos.
Estados como Quintana Roo –que en años recientes tuvo la grata visita de tener al Atlante como equipo adoptivo de Cancún– al igual que Campeche, Tabasco, Yucatán, Chiapas, Guerrero y Oaxaca ampliaron la platea interesada en la práctica del fútbol y en la curiosidad por conocer la suerte de los diversos equipos. Ninguno de ellos tuvo equipos propios en la primera división, salvo el ya mencionado caso del cambio de sede de Atlante para Quinta Roo. Un caso curioso fue el de Chiapas. Por una decisión de carácter económico del empresario Gastón Azcárraga, se creó un nuevo competidor en la liga profesional que con el nombre de Jaguares que se instaló en Tuxtla Gutiérrez, la capital chiapaneca. El equipo se mantuvo en esa plaza mientras los dueños de la franquicia –que cambiaron en dos oportunidades– demostraron interés y le dieron recursos para el sostenimiento de la plantilla y la contratación de nuevos jugadores. Recordemos que por allí pasó el malogrado delantero paraguayo Salvador Cabañas.
Aunque la historia del norte de la República está más ligada al mundo del fútbol, el desarrollo y la implantación social de este deporte ha sido desigual y hasta la fecha está casi ausente en alguna de esas entidades. Monterrey –la ciudad capital de Nuevo León– es considerada con justicia, la plaza futbolera más fuerte de la región. En la capital regiomontana militan dos de las divisas más representativas del torneo mexicano: el equipo del Instituto Tecnológico de Monterrey que lleva el nombre de la ciudad, y los Tigres de la Universidad Autónoma de Nuevo León.
También en la zona norte del país, más precisamente en la región de Coahuila conocida como La Laguna –la ciudad de Torreón y lindando con Lerdo y Gómez Palacio, municipios de Durango– tiene sede el equipo de Santos, con un amplio y merecido afecto ganado entre los pobladores de esa zona. En la actualidad este equipo es propiedad –al igual que Atlas de Guadalajara– del Grupo empresarial Orlegi de Alejandro Irarragorri. A principios de los sesenta hizo su aparición el equipo de Pumas, representativo de la Universidad Nacional Autónoma de México y desde 1962, destacado protagonista de los torneos de liga y semillero de jugadores emblemáticos como Hugo Sánchez, Claudio Suárez y Alberto García Aspe.
En años recientes se sumaron los estados de Baja California, Sinaloa y Chihuahua con equipos de la primera división. De la mano del mismo corporativo, cuyo principal accionista es el empresario y dirigente político Jorge Hank Ron, surgieron los planteles de Xolos de Tijuana, en la ciudad de ese nombre, y Dorados de Sinaloa. Este último, con sede en Culiacán, fue dirigido durante dos temporadas y por decisión de los intereses económicos involucrados en el negocio del fútbol –en especial por las gestiones del promotor Christian Bragarnik– por el controvertido ex-astro de la selección argentina, Diego A. Maradona. Pese a encontrarse en la división de ascenso, la llegada del técnico Maradona alteró los medios locales ligados al fútbol y despertó un inusual interés en el público local, tradicionalmente vinculado a la práctica del baseball.
Ciudad Juárez, un importante centro industrial y comercial del estado de Chihuahua, localizado en la frontera con Estados Unidos y con muy escasas tradiciones futboleras, fue beneficiado por el encargo de grupos económicos que decidieron domiciliar, en ese municipio, al equipo de Los Bravos con lo cual se amplía el área de competencia en la región norte del país.
En tiempos recientes y como producto de un extraño proceso de gestación empresarial, apareció en el polo turístico de Mazatlán, estado de Sinaloa, un equipo de fútbol profesional que lleva el nombre de ese municipio ubicado en una de las playas más atractivas la costa del Pacífico. El primer antecedente fue la compra de un reconocido equipo de Michoacán, el Morelia –nombre de la capital de esa provincia– por parte de uno de los dos grandes corporativos televisivos de México –TV Azteca– que lo rebautizó con una identidad de vida efímera y poco reconocida por el público que añoraba al antiguo Morelia. Pocos aficionados aceptaron el nombre de Monarcas, ni siquiera por el atractivo de la mariposa que recorre más de tres mil kilómetros desde Canadá a México en la temporada de invierno. El fracaso comercial llevó a que TV Azteca de la mano de su accionista mayoritario Ricardo Salinas Pliego, lo instalara en la ciudad turística de Mazatlán.
En gran medida la televisión privada fue el medio que contribuyó a difundir el interés y la práctica del fútbol en casi todos los estados de la República. Pero, cabe una advertencia, en este proceso hay claroscuros y acuerdos comerciales resueltos bajo el agua que marcaron el inicio de prácticas oligopólicas, extraños cambios de sede y estrategias de deslealtad institucional. Hay que señalarlo, la hegemonía de las televisoras comerciales resultó, con el tiempo, el abrazo del oso. La implantación, en algunas regiones, fue un tanto artificial y apresurada, los equipos locales nacían de la mano de algunas empresas que al poco tiempo traspasaban la franquicia si el público no asistía a los estadios o la venta de espacios publicitarios era insuficiente. Con escaso tiempo de preparación y con criterios más comerciales que deportivos, los planteles se armaban al vapor y su permanencia en primera división o como representativos de una ciudad o estado, quedaba sujeta al financiamiento empresarial.
El manejo económico de los ascensos también pagó las consecuencias del predominio comercial, “adquirir” el derecho de jugar en el primer circuito profesional por conveniencias de dinero o por considerar a unas plazas más lucrativas que otras, desvirtuó el sentido de las competencias. Como caso ilustrativo recordemos la experiencia de La Piedad, un equipo michoacano que ganó el ascenso por derecho propio, pero negoció su promoción por causas lucrativas con el equipo de Veracruz, una franquicia que se encuentra en manos de dos cuestionados empresarios y políticos, de antecedentes bastante oscuros en el mundo de los negocios. La Piedad perdió de esa forma, la posibilidad de competir en la primera división.
Imagen 3. Afición
Fuente: Eneas, 2010. Rostros de personas en la Ciudad de México después del gol de Sudáfrica en el partido inaugural de la Copa Mundial de Fútbol 2010. Imagen usada con licencia Creative Commons CC BY 2.0 Generic, https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Mexico_City-_South_Africa_Scores.jpg
Del “ya merito” al quinto partido
Existen algunas adversidades que persiguen como un verdadero karma, al fútbol mexicano. Lo ocurrido en el Mundial Qatar 2022 confirmó la enorme dificultad del seleccionado para resolver, de manera relativamente exitosa, sus compromisos en las copas del mundo. La selección nacional no ha logrado calificar para el quinto partido en los campeonatos mundiales celebrados fuera de México. En el mundial de 1970 disputó y perdió, frente a la escuadra de Italia, el quinto partido en la ciudad de Toluca y en 1986 lo hizo frente al equipo de Alemania y cayó en definición por penales en la ciudad de Monterrey. Cabe señalar que el seleccionado fue eliminado en ambas ocasiones frente a escuadras que resultaron finalistas. Todos recordamos el partido Brasil-Italia en 1970 con la presencia de Pelé y la final Argentina-Alemania en 1986, con Diego Maradona en las filas del cuadro albiceleste.
Este objetivo casi “imposible” de cumplir para los representativos mexicanos, es uno de los factores que según la lectura de algunos psicólogos sociales, explica cierta resignación de los aficionados, ante resultados adversos que se reiteran en los mundiales. La expresión coloquial “ya merito” resume en buena medida, la eterna espera del fin de la jettatura que haga realidad el sueño del público mexicano de ver a su equipo disputando los primeros lugares del mayor torneo del fútbol profesional del mundo.
Ahora bien, esta mayor tolerancia a la frustración por parte del público y los jugadores, ofrece desde la perspectiva de la psicología social, aristas interesantes que deben mencionarse. En general y si lo vemos en términos comparativos, la violencia en los estadios mexicanos es relativamente baja. La contraposición con algunos medios futbolísticos de Sudamérica y de Europa marca diferencias notables. Este es el aspecto positivo de contar con aficionados que entienden los resultados como una consecuencia natural de la propia dinámica del juego y no como un castigo infligido por rivales ocasionales.
Quedan en el tintero algunas de las preguntas que se formularon en el primer párrafo de estas notas. ¿Cómo tomar el toro por los cuernos y generar el crecimiento técnico de los jóvenes futbolistas mexicanos? Entendemos que el tema es multicausal pero de manera preliminar podemos ensayar unas pocas respuestas. De inicio fortalecer y sistematizar el trabajo con las categorías juveniles y equipos de la segunda división de la que suelen surgir buenos elementos; ampliar el arco de competencias recuperando la participación de México en los torneos que se disputan en Sudamérica, Copa América para selecciones y Copa Libertadores para equipos de liga. Y por último poner límites administrativos y contables al negocio de las franquicias –evitar la multipropiedad de equipos de primera división– y de la contratación de jugadores con fines más comerciales que deportivos. En esta materia vale mencionar los saltos de altura de un agente en particular, se trata del promotor Christian Bragarnik. Pese a que llegó hace relativamente poco al medio futbolístico mexicano, las andanzas de este promotor ya son una leyenda. En el año 2002 logró realizar una primera contratación de un jugador de origen argentino y un año después fue designado presidente del equipo Querétaro cuando esta franquicia estaba en manos del narcotraficante Tirso Martínez. En la actualidad El Señor del fútbol, así lo bautizaron en Argentina, tiene la representación de numerosos jugadores y técnicos –incluido Diego Cocca, el flamante estratega de la selección mexicana– además es propietario de equipo Elche de España y fuerte aliado del grupo empresarial Caliente de Jorge Hank Ron (La Jornada 13 de febrero de 2023; 14 de febrero de 2023).
Las nuevas disposiciones adoptadas por la Federación Mexicana de Fútbol el 31 de enero de 2023, aunque insuficientes y tardías, parecen demostrar el interés, no del todo claro, de cambiar el rumbo del barco y llevarlo a buen puerto con la mira puesta en el mundial de 2026 que se celebrará en México, Estados Unidos y Canadá. Entre otras disposiciones se decidió cancelar el repechaje –una forma laxa de incorporar más equipos en la disputa por el título–; disminuir de ocho a siete jugadores extranjeros en el campo de juego; considerar la posibilidad de reestablecer el régimen de ascensos y descensos; eliminar la multipropiedad para el torneo de 2026; organizar un torneo largo con dos liguillas del cual saldrá consagrado el campeón del año; se instrumentaron mecanismos contables y administrativos que eliminen barreras y faciliten la contratación de futbolistas mexicanos en equipos de otros países, en particular en las ligas europeas. Sobre el ascenso y descenso de equipos los federativos no se pronunciaron de manera taxativa, por lo cual la movilidad lógica entre los equipos que procuran llegar al máximo circuito y los promedios más bajos que deben pasar a la categoría inferior, queda postergado una vez más, desde que fue suspendido en 2020.
A pesar de estas propuestas de reestructuración, la danza de los millones que tiene el control del fútbol profesional mexicano seguirá siendo la misma: Grupo Orlegi de Alejandro Irarragorri, Grupo Caliente de Jorge Hank Rohn, Televisa de Emilio Azcárraga Jean y TV Azteca de Ricardo Salinas Pliego.
¿Habrá servido el fracaso de Qatar 2022 para resurgir de las cenizas y poner en marcha un ciclo de logros dolorosamente postergados para el fútbol mexicano? No lo sabemos y por ahora tiempo al tiempo que la reestructuración del medio futbolístico mexicano parece un trabajo sin calendarios razonables y con objetivos largamente postergados. Una tarea de Sísifo siempre inconclusa y lejana aunque siempre presente en el corazón de millones de aficionados.
Referencias
- La Jornada. (14 de febrero de 2023). Bragarnik, El señor del fútbol, logra cúspide con Cocca en el Tri.
- ____. (13 de febrero de 2023). Balance de la jornada. Inicia la era Irarragorri en el Tricolor.
- Navarro Granados, D. E. (2017). Españoles contra mexicanos en el fútbol de la Ciudad de México [Tesis de Maestría, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México].
- ____.(2021). Fútbol, ocio urbano y asociacionismo deportivo en la Ciudad de México (1901-1922) [Tesis de Doctorado, El Colegio de México].
Cómo citar este artículo:Candia, José Miguel (2023) “Fútbol Mexicano. Orígenes y desdichas”, Pacarina del Sur [En línea], año 15, núms. 50-51, enero-diciembre, 2023. ISSN: 2007-2309.
Consultado el Domingo, 6 de Octubre de 2024.Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.com/index.php?option=com_content&view=article&id=2099&catid=15