Exiliados antitrujillistas (1930-1961). Una aproximación a su periodización y caracterización

Guadalupe Rodríguez de Ita[1]

 

 

 

Consideraciones iniciales

Entre 1930 y 1961 República Dominicana vivió bajo la dictadura del general Rafael Leónidas Trujillo que se caracterizó por su longevidad, opresión y represión, como lo han mostrado y demostrado especialistas dominicanos y de otras nacionalidades que han producido una extensa bibliografía, desde finales de los años cincuenta del siglo pasado (de Galíndez, 1956) hasta años muy recientes (Cassá, 2015b, pp. 19-56). Durante ese largo período no faltaron dominicanos que se resistieron y se opusieron al régimen, como lo han estudiado algunos autores (Ayuso, 2010; Gómez, 2016, pp. 631-654, entre otros); varios de los opositores buscaron, por distintas vías, derrocar al dictador y establecer un gobierno democrático, lo que los colocó en la mira del mandatario y puso en peligro su libertad y su vida. En este ambiente, a lo largo de ese mismo lapso, un significativo número de antitrujillistas emigraron de su país para exiliarse en alguno de los vecinos, donde varios de ellos se organizaron para enfrentar al régimen.

No obstante que el exilio de antitrujillistas tuvo lugar por alrededor de una tercera parte del siglo XX, existen pocos estudios académicos que se centren en ese proceso que, en diversas formas, dejó su impronta en la historia reciente dominicana. Al respecto apenas sí existen algunos artículos publicados en los dos primeros decenios de este siglo (Bonilla, 2003; Pou, 2009; Ferrero y Eiroa, 2016, entre otros), así como un número muy limitado de libros (Herrera, 2008, entre otros) que abordan aspectos particulares del fenómeno migratorio en un determinado período y que, si bien son un aporte, no abarcan las tres décadas ni los variados aspectos de dicho fenómeno.

Por su parte, algunos de los propios exiliados se dieron a la tarea de escribir y sacar a la luz sus memorias. Unos cuantos lo hicieron en los primeros momentos en que dejaron su terruño (Sánchez, 1933), pero la mayoría lo hizo al retornar a él, mucho años después de la muerte del dictador (Silfa, 1981; Romero, 1989; Ducodray, 1994; Miolán, 1996; Pou, 1998; Mainardi, 2000; Grullón, 2010; Landestoy, 2011; Arvelo, 2013; entre otros). Cada uno ofrece los recuerdos de su propia experiencia y, a la vez, una aproximación a los de otros compatriotas con los que compartieron vivencias durante un amplio arco de tiempo. También hay memorias que se refieren a hechos concretos del proceso, como las dificultades que tuvieron para abandonar la isla (Reyes, 1960) o a las expediciones armadas que organizaron para derrocar a Trujillo (Ornes, 1956; Arvelo, 1981). Todos proporcionan información, que podría considerarse de primera mano, para entender y explicar algunas partes del fenómeno migratorio que aquí interesa, pero no del conjunto del mismo, amén de que algunos datos no son precisos y en ocasiones, incluso, son erróneos debido a que pasaron muchos años entre el momento en que se dieron los hechos vividos y el de la elaboración escrita de sus recuerdos. No obstante ello, las memorias son importantes materiales de consulta para comprender el objeto de estudio. Por otro lado, algunos exiliados realizaron ensayos acerca de la situación dominicana bajo la dictadura trujillista y en ocasiones anotaron datos parciales acerca de sus compañeros migrantes o de ellos mismos (Sánchez, 1933; Mejía, 1951, entre otros), que también resultan de utilidad.

Los artículos académicos mencionados, así como las memorias y los ensayos de los exiliados son, desde luego, un buen punto de partida para examinar este tema. Sin embargo, para tener un panorama más completo es necesario utilizar otras fuentes de información que permitan contrastar y complementar la encontrada en esos materiales. De allí que para este estudio se recurrió además a documentos inéditos resguardados en dos repositorios: el Archivo General de la Nación de República Dominicana (AGNRD), en particular el Fondo Bernardo Vega (FBV); y el Archivo Histórico Genaro Estrada de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México (AHGE-SREM). Otros materiales consultados fueron algunas publicaciones periódicas producidas por los propios exiliados (Quisqueya Libre, Patria, Orientación, Exilio, Tribuna Dominicana, El Dominicano, Vanguardia Revolucionaria Dominicana, entre otros). También se revisaron periódicos dominicanos recientes donde se encontraron notas y artículos relacionados con el objeto de estudio (Acento, El Caribe, El Nacional, Listín Diario, entre otros).

Con la información obtenida en las fuentes antes mencionadas, se considera que puede cumplirse con el objetivo de este artículo que es examinar las principales características de los exiliados antitrujillistas, tales como: los diversos momentos y oleadas migratorias; las vías de salida y los países de destino; así como sus particularidades cuantitativas y cualitativas, esto es, su número y sus peculiaridades etarias, sociales, educativas y ocupacionales, así como sus posiciones y acciones políticas.

 

Momentos y oleadas

El exilio de los antitrujillistas se inició prácticamente al mismo tiempo, e incluso un poco antes, de que se impusiera la dictadura de Trujillo, en agosto de 1930, y concluyó después de la muerte del general, en mayo 1961, lo que permitió un paulatino regreso a su país de muchos exiliados. Durante las tres décadas del trujillato, la migración de los dominicanos antidictatoriales presentó momentos y oleadas individuales y colectivas de variada intensidad, relacionados con factores internos y externos de República Dominicana. En este sentido, grosso modo se pueden distinguir tres períodos del exilio, que hasta cierto punto coinciden con los del devenir del país, que de acuerdo con algunos especialistas en historia del trujillismo serían: 1930-1942 de ascenso y consolidación de Trujillo; 1942-1952 de fortalecimiento y ampliación del poder absoluto del mandatario; y 1952-1961 de declive, crisis y caída de la dictadura (Moreno, 2015, pp. 595-596) dentro de cada uno de ellos, se observan oleadas de mayor flujo y momentos de cierta inmovilidad.

Un primer período de este exilio se desarrolló entre 1930 y 1942, en el contexto del impacto de la llamada crisis de 1929 y de los primeros años de la Segunda Guerra Mundial que fue favorable para el ascenso y consolidación de dictaduras como la de Trujillo, quien –después de un golpe de Estado– asumió la presidencia primero de manera directa en dos períodos consecutivos y luego mantuvo el poder por otro más a través de políticos impuestos por él (Vega, 2015, pp. 57-120). Por su parte, sus opositores respondieron con alzamientos armados y complots militares y/o civiles que fueron controlados por medio de la represión y la vigilancia del servicio secreto de la policía y del servicio de inteligencia del ejército, así como por el Partido Dominicano, fundado en agosto de 1931 (de Galíndez, 1956, pp. 29-113; Paulino, 2015, pp. 203-258).

Con ese telón de fondo, durante los dos primeros años del trujillato tuvo lugar una primera oleada colectiva de exiliados en la que estuvieron conocidos dirigentes políticos y militares, así como profesionistas e intelectuales (de Galíndez, 1956, pp. 34-62). Entre los primeros se destacaron: los exvicepresidentes Federico Velázquez Hernández (de Galíndez, 1956, p. 32) y José Dolores (Chuchú) Alfonseca Garrido, así como Ángel Morales Córdova (de Galíndez, 1956, pp. 34, 47-48); también el presidente depuesto por el golpe de Estado trujillista Felipe Horacio Vásquez Lajara y su esposa Trina Moya (de Galíndez, 1956, p. 34; Herrera 2008, p. 117) y el vicepresidente en funciones Rafael Estrella Ureña (Rodríguez, 1955, t. 9, pp. 115-116); lo mismo que el diputado Luis Felipe Mejía (Silfa, 1981, p. 117), el senador Jaime Sánchez y sus hijos el diputado Jaime Sánchez Félix (de Galíndez, 1956, pp. 55-56) y el exsecretario de la Asamblea Constituyente Buenaventura Sánchez Félix (Sánchez, 1933, p. 27); así como Sergio Bencosme Benscosme (Acosta, 2012, v. 1, p. 256; Guerra, 2007) y Manuel de Jesús (Pipí) Hernández Santana (Baez y Paulino, 2010, p. 129). Entre los militares se encontraban: el coronel Manuel Alexis Liz Núñez (Pou, 2009, pp. 25 y 33) y el general Manuel Calderón Hernández (Acosta, 2012, v. 1, p. 216). Entre los profesionistas e intelectuales sobresalieron: los doctores Leovigildo Cuello Hernández (Azcárate, 2004), Ramón de Lara (AGNRD-FBV, 1936) y José Diego Grullón Madero (Silfa, 1981, p. 117); el periodista Valentín Tejada (Sánchez, 1933, p. 27), Federico Ellis Cambiaso (Rodríguez, 1955, t. 9, p. 116), Miguel A. Pardo, Ricardo Raposo (Acosta, 2012, v. 1, p. 212) y Máximo Ares García (Peña, 2013b). Además salieron algunas mujeres, como Filomena Hernández, esposa de Vázquez; Carolina y María Mainardi, junto con Juan Martínez Reyna, que eran esposa, cuñada y suegra de Cuello, respectivamente (Herrera, 2008, pp. 117-118).

Es de mencionar que por ese entonces Miguel Ángel Ramírez Alcántara, quien fungía como cónsul del gobierno de Vásquez en Nueva York, dejó su cargo cuando Trujillo tomó el poder; se quedó en los Estados Unidos realizando diversas actividades; varios años más tarde se asumió como exiliado y se integró a la lucha antitrujillista (AGNRD-FBV, 1950b).

También hay que anotar que de estos primeros exiliados algunos murieron fuera de su país, como Alfonseca, en 1933 (Rodríguez, 1955, t. 9, p. 115) y Velázquez, en 1934 (de Galíndez, 1956, p. 66); unos pocos volvieron a la isla tiempo después, fuera para quedarse, como Estrella (AGN-FBV, 1934; Vega, 1986, p. 55), o para volver a partir después, como de Lara.

Para 1932 la tensión política disminuyó, lo mismo que las salidas al exilio. Al mismo tiempo, en julio de ese año, cuando Trujillo preparaba su primera reelección, publicó una proclama convocando a los exiliados a regresar, la cual tuvo cierta respuesta sobre todo de algunos políticos que habían ocupado altos cargos en los gobiernos anteriores, como el expresidente Vásquez; así como de dos pequeños grupos de dominicanos que estaban en Haití (Infante, 2007, t. I, pp. 103, 106-107). En octubre del siguiente año insistió en el retorno y ofreció garantías a los que quisieran hacerlo, salvo a los que por ley habían sido declarados traidores a la patria (Estrella, Velázquez, Morales, Alexis, Ellis y Tejada); en ese mismo 1933 declaró que consideraría enemigos a los respectivos gobiernos de países que favorecieran a los miembros de la oposición dominicana (Rodríguez, 1955, t. 9, pp. 115-116).

En medio de los llamados del régimen a los exiliados para regresar a su tierra, el general extendió su control y represión a ciudades de los países vecinos donde se iban formando los principales núcleos antitrujillistas e inició una práctica que continuaría hasta el final de su dictadura: vigilancia, persecución, secuestro, desaparición, atentado y asesinato de opositores en el exterior. Entre los primeros en sufrir esa práctica estuvo Tejada, quien a finales de 1932 fue atacado con arma blanca por esbirros del dictador en Puerto Príncipe a lo que logró sobrevivir (Sánchez, 1933, p. 27).

Por su parte, en 1933, con el fin de evitar la reelección de Trujillo, un grupo de exiliados intentó organizar, desde territorio cubano, una expedición armada pero no tuvo éxito (Paulino, 2015, pp. 223-227).

En 1934, poco después de imponerse por segunda vez en la presidencia a través de comicios controlados, el general dictó dos medidas relacionadas con el exilio y la migración: la primera, en junio, invitaba de nueva cuenta a los exiliados a retornar a República Dominicana, sin excepción y al amparo de garantías; y la segunda, en noviembre, prohibía la salida del país de cualquier persona (Rodríguez, 1955, t. 9, p. 153). Poco o nada se cumplieron tales medidas.

Unos meses más adelante de que se hiciera la mencionada invitación, el dictador cobró la vida de un dominicano en el extranjero; fue el caso de Bencosme, quien fue asesinado, en abril 1935, en el departamento en el que vivía en Nueva York (AHGE-SREM, 1935; Acosta, 2012, v. 1, pp. 229-231 y 256).

Hacia finales del mismo 1935, en medio de las medidas mencionadas, tuvo lugar una segunda oleada colectiva de exiliados. Se trató sobre todo de profesionistas e intelectuales indultados que un par de años antes habían participado en la denominada conspiración de Santiago, cuyo objetivo era impedir la continuidad del trujillato; pero que, por diversos motivos, no lo consiguieron (Ayuso, 2010, pp. 23-31; Paulino, 2015, pp. 231-232). Algunos de los participantes resultaron muertos; unos cuantos sobrevivientes lograron partir de inmediato de forma clandestina, como: el licenciado Ángel Miolán (Pou, 2009, p. 25) y el doctor Juan Isidro Jimenes Grullón (Pou, 2009, pp. 25 y 56-57); muchos más fueron encarcelados y, luego de ser indultados, se expatriaron ipso facto, como fue el caso de Arias (Gómez, 2015, p. 636). Por su cuenta otros antitrujillistas se marcharon de la isla en ese lapso, como: Héctor Miguel Ángel (Miguelucho) Feliú Arzeno (Peña, 2017) y Nicolás Silfa Canario (Peña, 2005; Mejía, 2018), por ejemplo.

Cuando todo parecía estar bajo su control, Trujillo lanzó su campaña reeleccionista, en 1936, que sería opacada y frustrada un año después debido a una matanza de haitianos, cometida en territorio dominicano, por órdenes del propio gobernante lo que le costó críticas y presiones externas –en particular de los Estados Unidos– que lo hicieron desistir de presentar su candidatura para un tercer período presidencial inmediato (Herrera, 2015). Por entonces, algunos opositores que estaban en el extranjero contribuyeron a la difusión del genocidio por lo que el régimen los acusó de traición a la patria (Morales, Mejía, de Lara, Ellis, los Sánchez, entre otros) (Rodríguez, 1955, t. 9, pp. 205-206).

Al año siguiente de la matanza, luego de llegar a un acuerdo con el gobierno de Haití, el general impuso a Jacinto B. Peynado en la presidencia y a Manuel de Jesús Troncoso de la Concha en la vicepresidencia para, a través de ellos, mantener el poder y ejercer un mayor control (de Galíndez, 1956, pp. 87-113). Debido a ello, el exilio se dificultó, pero no se detuvo.

De hecho, en este marco se dio una nueva oleada colectiva integrada por profesionistas, intelectuales, entre otros que fueron indultados en 1939 luego de cuatro años de cárcel por participar en un complot para atentar contra la vida del Trujillo en Santo Domingo (Ayuso, 2010, pp. 31-32; Paulino, 2015, pp. 230-236), que –al igual que el de 1934– se malogró. Entre los que se expatriaron estuvieron: los doctores de Lara (Silfa, 1981, p. 117) y Buenaventura Báez Ledesma (Rodríguez, 1955, t. 9, p. 238); los licenciados José Selig Hernández (Rodríguez, 1955, t. 9, p. 238) y Abigail del Monte (Paulino, 2015, p. 237); Eduardo Joaquín Vicioso Batista (Peña, 2018), el ingeniero Juan de la Cruz (Niño) Alfonseca (Silfa, 1981, p. 117) y el estudiante Rafael Ramón Ellis y Sánchez (Paulino, 2015, p. 237). Por esa época también abandonó la isla Juan Bosch Gaviño (Pou, 2009, pp. 25 y 30).

Por otro lado, en este mismo lapso, por diferencias con el régimen, varios funcionarios dejaron sus cargos y se autodefinieron como exiliados. Tal fue el caso, por ejemplo, de dos elementos que se despeñaron en el servicio exterior: César L. Romero (Bonilla, 2018, pp. 111–134; Hoy, 2007) y Andrés Francisco Requena (James, 1956, pp. 15-16; Labourt, 1984, pp. 157-159). El primero, quien era cónsul en Santiago de Cuba, se distanció del trujillismo en 1937. Casi al mismo tiempo, el segundo abandonó su trabajo como secretario de la legación dominicana en Santiago de Chile.

Un segundo período de este exilio tuvo lugar en la década que va de 1942 a 1952, en un contexto marcado por el final de la Segunda Guerra Mundial y el comienzo de la Guerra Fría, cuando Trujillo volvió a ocupar la presidencia de manera formal y directa por dos períodos de cinco años cada uno, con un poder prácticamente absoluto (de Galíndez, 1956, pp. 113-166). Durante el primer quinquenio, dado el clima internacional poco favorable para dictaduras como la trujillista, el general ofreció una aparente apertura política –sobre todo entre 1945 y 1947, que incluyó un acuerdo del dictador con comunistas cubanos y dominicanos (Vega, 1987; Vega, 2020)–, apertura que no estuvo exenta de vigilancia y persecución a opositores; a la que siguió un lustro de cerrazón y represión férrea, justificada por el anticomunismo para entonces imperante (Cassá, 2015a, pp. 473-510; Gómez, 2015, pp. 638-642). En este lapso el gobernante creó el Servicio de Inteligencia Militar en el Exterior (1946), con una red de espías que utilizaba la infraestructura y al personal de la Secretaría de Relaciones Exteriores, incluyendo embajadas y consulados, para controlar a los exiliados (Moreno, 2015, p. 610; Paulino, 2019).

En el marco de la simulada apertura política, una parte significativa de obreros –sobre todo de la industria azucarera– se organizaron y movilizaron, entre otras cosas crearon la Federación Local del Trabajo (1943) y efectuaron paros parciales y una huelga general, en los años mencionados arriba (Ayuso, 2010, pp. 36-43; Cassá, 2015a, pp. 483 y 513). Al mismo tiempo, estudiantes universitarios y profesionistas de diversas corrientes político-ideológicas también se coordinaron para aprovechar el resquicio del momento; algunos liberales se manifestaron antirreleccionistas, en tanto que los autodefinidos como comunistas plantearon cambios de fondo y para realizarlos crearon agrupaciones políticas primero en la clandestinidad (Partido Democrático Revolucionario Dominicano, PDRD; y Juventud Revolucionaria, JR); y después de manera abierta (Partido Socialista Popular, PSP; y Juventud Democrática, JD), para llevar a cabo su propuesta (Ayuso, 2010, pp. 43-66; Cassá, 2015a, pp. 482-486).

No obstante la presunta apertura, el hostigamiento gubernamental a activistas no cesó, por lo que varios de ellos partieron al exilio, por un breve lapso entre 1945 y 1946, en la mayoría de los casos a través de la figura de asilo político. Así lo hicieron, por ejemplo: Julio César Martínez Sobá (AHGE-SREM, 1945a), Juan Bautista Ducoudray Mansfield (AHGE-SREM, 1945c), José Ramón Grullón Martínez (AHGE-SREM, 1945b), Francisco Alberto (Chito) Henríquez Vázquez (AGNRD-FBV, 1945), Pericles Bienvenido Franco Ornes (AHGE-SREM, 1945c), Félix Servio Ducoudray Mansfield (AHGE-SREM, 1945c), Mauricio Baez de los Santos (AHGE-SREM, 1946c) y Dato Pagán Perdomo (AHGE-SREM, 1946c). Ante eso, en la segunda mitad de 1946, el gobernante hizo un nuevo llamado a los exiliados para que retornaran al país y, esta vez, fue medianamente atendido por varios activistas, como: Grullón, Baez, Franco y F. Henríquez (de Galíndez, 1956, pp. 136-137 y 144).

La breve y simulada apertura política de la dictadura empezó a diluirse desde 1946 al acercarse los comicios del siguiente año, en los que todo apuntaba a que una vez más se presentara Trujillo como candidato. En ese ambiente, tuvo lugar una nueva tanda de solicitudes de asilo; algunas de las cuales no fructificaron (AHGE-SREM, 1946a; AHGE-SREM, 1946b; AHGE-SREM, 1947; AHGE-SREM, 1948) y otras sí. Entre las pocas personas que sí lograron salir por esta vía estuvieron: Carlos Vicente Larrazábal Blanco y su esposa María Enriqueta Rodríguez (AGNRD-FBV, 1946c), así como Viriato Fiallo y familia (AGNRD-FBV, 1947).

Al mismo tiempo algunos antitrujillistas de posiciones económico-sociales y político-ideológicas diversas, optaron por la expatriación, como la familia Martínez Bonilla, distinguiéndose dos de sus elementos: José Rolando y Carmen Natalia (Vega, 1986, p. 40; Pou, 2009, p. 38); también Juan Rodríguez García (Pou, 2009, 33, 38 y 56-57), Ramón Emilio (Pichirilo) Mejía del Castillo (Pou, 2009, 34 y 43; Baez y Paulino, 2010, p. 139) y Pedro Mir (Arvelo, 1981, pp. 40-41), así como Altagracia Spignolio viuda de González (Herrera, 2008, p. 112).

Además, siguiendo con una práctica iniciada desde el período anterior, se dieron algunos casos de funcionarios trujillistas que se distanciaron del general y se asumieron como exiliados. Así ocurrió, en mayo de 1946, con José Antonio Bonilla Atiles (AHGE-SREM, 1946d; AHGE-SREM, 1951b), destacado académico y funcionario universitario del régimen, quien rompió con este y, sorteando varias dificultades, partió del país. Entre tanto, a mediados del mismo año Horacio Julio Ornes Coiscou dejó su cargo de secretario de la legación y cónsul general de su país en la capital de Costa Rica (de Galíndez, 1956, p. 152; Ferrero y Eiroa, 2016, p. 180). Por su parte, en el primer semestre de 1947, Tulio Hostillo Arvelo Delgado renunció a su puesto de vicecónsul en Puerto Rico (Arvelo, 1981, pp. 36-39; Diario Libre, 2015; del Castillo, 2015).

El retorno e incremento de la cerrazón política creó un clima de agitación tanto en el interior, como en el exterior de República Dominicana. Con el objetivo de impedir la reelección del dictador, desde territorio cubano, un número significativo de antitrujillistas prepararon una expedición armada que no prosperó (Vázquez, 2014). Con esa derrota de la oposición y luego de que el general fuera declarado triunfador en las elecciones de 1947, la cerrazón y la represión volvieron a campear. Para enfrentarlas, a mediados de 1949, varios exiliados, contando con el apoyo de un incipiente frente interno, organizaron una nueva expedición armada que esta vez sí consiguió desembarcar en la isla, pero que fue derrotada por las fuerzas trujillistas que abatieron a la mayoría de los expedicionarios y encarcelaron a los pocos sobrevivientes (Ornes, 1956, pp. 31-72; Arvelo, 1981, pp. 107-197).

Con ese telón de fondo, un significativo número de activistas del frente interno, sobre todo de estudiantes universitarios y profesionistas, pasó varios años en la cárcel hasta que, por presiones internas y externas, en el primer semestre de 1950, el régimen permitió su salida, con indulto previo. A partir de ello tuvo lugar una nueva oleada colectiva de exilio, en la mayoría de los casos por la vía del asilo político. De esta manera emigraron, entre otros: los hermanos Ducoudray (AGNRD-FBV, 1950c; AHGE-SREM, 1950b), José Espadillat Rodríguez (AHGE-SREM, 1950d), Franco (AGNRD-FBV, 1950c; AHGE-SREM, 1950e), R. Grullón y sus hermanos Cecilio José y Francisco José (AGNRD-FBV, 1950c; AHGE-SREM, 1950e), los también hermanos Francisco Xavier y Felipe Gregorio Maduro Sanabia (AGNRD-FBV, 1950c; AHGE-SREM, 1950e), José Granados Grullón (AGNRD-FBV, 1950c; AHGE-SREM, 1950e), Mireya Brunilda Soñé Pérez (AHGE-SREM, 1950a; AHGE-SREM, 1950c), Francisco José Aponte Willer (AGNRD-FBV, 1950c; AHGE-SREM, 1950b), Poncio Rafael Pou Saleta (AGNRD-FBV, 1950e), Federico Pichardo Diaz (AGNRD-FBV, 1950e), Amiro Cordero Saleta (AGNRD-FBV, 1950e), José Arismendi Patiño, los hermanos Jesús Wellington y Rafael Fremio Reyes Vargas; de igual forma partieron: F. Henríquez y su hermano Federico Horacio (Gugú) Henríquez Vázquez (Pou, 2009, p. 38), Nicolás Quirico Valdez, y Pablo Antonio Martínez Rodríguez (AGNRD-FBV, 1950d). En ese mismo lapso se expatriaron: Máximo A. López Molina (AGNRD-FBV, 1960a), Enrique Augusto Jiménez de Moya (Baez y Paulino, 2010, p. 138; Castro, 2022) y Virgilio Díaz Grullón (Gómez, 2015, p. 638), así como Maricusa Ornes (Nacidit-Perdomo, 2014). Por su cuenta, Ornes, J. R. Martínez, Arvelo y Feliú, sobrevivientes de la expedición de 1949, en cuanto fueron amnistiados, se marcharon al exilio (Rodríguez, 1955, t. 10, p. 166).

Además de esa oleada, hubo algunos otros casos aislados y complicados, entre los que estuvieron el de María Mercedes (Pucha) Rodríguez Vásquez y Luisa Guillermina Iriarte (Herrera, 2008, p. 118). También estuvo el de los hermanos Roques Martínez: José Ricardo, después de tener que vivir escondido por alrededor de cuatro años debido a su implicación en el frente interno que apoyaría a los expedicionarios de 1947, logró irse en forma clandestina de la isla, gracias a la ayuda de su hermano Rolando Alberto, en marzo de 1951 (AGNRD-FBV, 1953e, p. 3; Despradel, 1993, pp. 27-28). Unos meses después, debido a la persecución de la que era objeto, este último se vio precisado a solicitar asilo; luego de difíciles negociaciones, en diciembre de 1951, se le informó la negativa rotunda de Trujillo de permitirle abandonar el país; por tal motivo salió de la sede diplomática en la que había estado y enseguida fue encarcelado; más adelante consiguió salir de prisión y partir furtivamente al extranjero (AHGE-SREM, 1951a; AHGE-SREM, 1951b; AGNRD-FBV, 1952b, p. 6).

Por estos años, una vez más, elementos del servicio exterior trujillistas dejaron sus cargos y se autodefinieron como exiliados. Tal fue el caso, en octubre de 1949, de los doctores Sebastián Rodríguez Lora y Óscar de la Mora Hernández, ministro consejero jefe de la misión diplomática dominicana en Haití y primer secretario de la misma, respectivamente, se separaron de sus cargos y consiguieron protección en una embajada, cuando expusieron tener conocimiento de un plan de Trujillo que incluía el asesinato de ambos para inculpar y desprestigiar a exiliados que residían en territorio haitiano (Silfa, 1981, pp. 101-103). Casi al mismo tiempo, Tancredo Eloy Martínez García, quien era diplomático del trujillato ante Perú, decidió abandonar esa labor (Santana, 2022, p. 184).

Es de mencionar que la tónica de desaparecer y/o asesinar a exiliados por parte del régimen, inaugurada en el período anterior, continuó en este. En diciembre de 1950, en La Habana, Baez fue secuestrado y su cuerpo nunca fue encontrado (James, 1956, p. 16; Llabré, 2016).

El tercer período del exilio, que tuvo lugar en medio del avance de la Guerra Fría y del anticomunismo en el denominado bloque occidental, abarcó de 1952 a 1961, años de declive, crisis y caída de la dictadura, pese al intento de Trujillo de retener el poder imponiendo en la presidencia a su hermano Héctor Bienvenido, por un período y medio, y a Joaquín Balaguer, por el tiempo restante (de Galíndez, 1956, pp. 166-187). En el primer lustro, si bien parecía que el país estaba en calma, la resistencia interna se reorganizaba en la clandestinidad y desde de allí efectuó algunas acciones, entre las que destacaron un intento de asesinato contra el general, en 1953, y una tentativa de insurrección, en 1956, (Cassá, 2015a, p. 515). Tratando de controlar la situación, el dictador ordenó la reestructuración de los servicios de vigilancia y represión, donde sobresalió la formación del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), en 1957 (Moreno, 2015, p. 608). Las acciones represivas del régimen, a través de tal organismo, en la segunda parte de este período, no sólo no lograron someter a las fuerzas antitrujillistas internas y en el exilio que llevaron a cabo varias operaciones, sino que además generaron un mayor descontento entre la población en general.

En este contexto, durante el primer quinquenio de este período pocos opositores consiguieron exiliarse –fuera a través del asilo o de la expatriación clandestina– y varios tuvieron que sortear grandes dificultades y peligros. Tal fue el caso, por ejemplo, de José Tomás Reyes Cerda, quien consiguió asilarse en septiembre de 1952 y se vio obligado a permanecer alrededor de dos años en una sede diplomática, pues el titular de la presidencia dominicana se negaba a darle el salvoconducto; cuando aceptó proporcionarle un pasaporte para que pudiera irse de la isla, fue obligado a acudir solo y por su cuenta a una oficina gubernamental a recogerlo, donde fue retenido por varias horas por funcionarios trujillistas, hasta que lo rescató personal de la embajada que lo asiló y protegió para que pudiera abandonar su país, junto con Británico Guzmán (AGNRD-FBV, 1953c, pp. 2-3; AGNRD-FBV, 1954b, p. 1; Reyes, 1960). No está demás anotar que, Rafael Mieses Peguero, quien ingresó casi al mismo tiempo que Reyes a la misma misión diplomática, no corrió la misma suerte, pues cuando empezó a tardar el salvoconducto fue convencido por las autoridades dominicanas, a través de su madre, de dejar la embajada y en cuanto lo hizo fue encarcelado y torturado (AGNRD-FBV, 1953c, pp. 2-3; AGNRD-FBV, 1953d, p. 5).

Más adelante, en marzo 1955, un reducido número de antitrujillistas, acusados de participar en un complot, lograron viajar de manera subrepticia hacia Haití para pedir asilo territorial, cuyas autoridades no sólo se los negaron, sino que además los llevaron a prisión (AGNRD-FBV, 1955d, p. 2); con muchas dificultades consiguieron escapar de ella para trasladarse, en una pequeña embarcación, a territorio cubano, donde pudieron quedarse como exiliados, luego de superar algunos obstáculos. Entre los miembros de este grupo estuvieron los hermanos Francisco Eleuterio y Andrés Marcelino Ramos Peguero (AGNRD-FBV, 1960a), Manuel Leovigildo Piña, Alfonso Espinal, Ulises Sánchez Hinojosa y Rafael Eugenio Grappe Andujar (AGNRD-FBV, 1955i; Martínez, 2020, pp. 90-91).

Durante este mismo lapso, el trujillato continuó con su práctica de asesinar exiliados. Esta vez se trató de Requena en Nueva York, en 1952 (Mejía, 1951, p. 64; Infante, 2007, t. II, p. 588); y de Hernández Santana en La Habana, en octubre 1955 (AGNRD-FBV, 1955g, p. 1; Silfa, 1981, pp. 279-282).

Poco después de iniciado el siguiente período de gobierno, las circunstancias cambiaron al activarse aún más la lucha antitrujillista interna (Cassá, 2015a, pp. 514-542). En 1958 se formaron al menos dos agrupaciones con planes para asesinar a Trujillo, una que incluía a oficiales de las Fuerzas Armadas y otra a estudiantes universitarios. A la vez, desde suelo estadounidense, un grupo de exiliados preparó una nueva expedición armada que no logró salir de dicho suelo (Ayuso, 2010, pp. 88-93). A inicios del siguiente año otro grupo de universitarios se propuso crear una organización a nivel nacional con miras a acabar con el régimen a través de un levantamiento armado con respaldo de las masas. En el segundo semestre del mismo 1959, al tiempo que fracasaba otra expedición armada de exiliados que sí había logrado desembarcar en la isla (Deláncer, 1997), jóvenes de capas medias formaron varios grupos para realizar acciones directas como atentados, colocación de bombas, reparto de panfletos, por mencionar algunos. Cada una de las agrupaciones fue desactivada, con lujo de violencia, por fuerzas trujillistas que asesinaron y encarcelaron a la gran mayoría de los participantes. La represión a esos grupos produjo indignación general, así como crecimiento y fortalecimiento de agrupaciones clandestinas opositoras lo que dificultó al SIM su control (Sención, 2012, pp. 131-145; Gómez, 2015, pp. 642-653).

En ese ambiente, algunos activistas sobrevivientes buscaron partir al exilio, dándose un par de oleadas no muy numerosas. La mayoría de ellos lo logró a través de la figura del asilo diplomático y unos pocos consiguieron expatriarse furtivamente. Una primera oleada de asilados tuvo lugar en agosto de 1959, en ella estuvieron: el militar en retiro Gregorio Rojas de Aza con su esposa y sus dos hijos (AGNRD-FBV,1959b); los hermanos Antonio, Diana Margarita y Claudio Bienvenido González Mieses, este último con su esposa y sus tres hijos (AGNRD-FBV, 1959b); tres hermanos que eran abogados Alfonso, Luis y José María (Pilía) Moreno Martínez (AGNRD-FBV,1959b; Cruz, 2009; Peña, 2022); así como José Eligio (Mameyón) Bautista. Una segunda oleada se dio entre febrero y octubre de 1960 en la que sobresalieron: Joaquín Montero y Francisco Carbajal Martínez (Despradel, 1993, p. 80), Mario Read Vittini (Listín Diario, 2010), Marcos Rodríguez Sánchez y Juan Miguel Román con otras siete u ocho personas más (Sención, 2012, p. 145); la familia Abreu Morel (Peña, 2013a); lo mismo que Tomasina (Sina) Cabral Mejía (Santana, 2010), Hugo Toyos y su esposa Queyita Santos, José Frank Tapia y Evangelina Leroux; también Tirso Mejía Ricart (Despradel, 1993, pp. 56-57 y 121), este con ayuda de una embajada. Por otro lado, se expatriaron de forma clandestina: Guido (Yuyo) D’Alessandro (AGNRD-FBV, 1960d; Hoy, 2011), Rafael Francisco Bonnelly Battle (loquesucede.com, 2020), Ramón Cáceres Troncoso (Vega, 2020) y René del Risco Bermúdez (noticiassin.com, 2021), entre otros.

Adicionalmente, en este período continuó la tendencia por parte de elementos del servicio exterior trujillista a dejar su puesto de trabajo y asumirse como exiliados. Tal fue el caso, en 1959, de Abelardo Vicioso González, quien era vicecónsul en Curazao (AGNRD-FBV, 1959a). Al mismo tiempo algunos elementos de la Fuerza Aérea dominicana desertaron, como el capitán Juan de Dios Ventura Simó (AGNRD-FBV, 1959c) y el teniente piloto Vinicio Antonio Vicioso González (AGNRD-FBV, 1959a); lo mismo que el capitán Otilio Méndez Aquino (AGNRD-FBV, 1960d).

Para cerrar el ciclo de los asesinatos de exiliados, los sicarios del trujillato atentaron contra la vida de Martínez García, en septiembre de 1957, en la capital mexicana, pero no lograron su cometido, pues la víctima sobrevivió (AHGE-SREM, 1957; AGNRD-FBV, 1957, pp. 1-3, 13). Meses después Martínez Rodríguez fue secuestrado y desaparecido en La Habana, en 1958 (Baez y Paulino, 2010, p. 129; Santana, 2022, pp. 181-190).

 

Vías de salida

Durante las tres décadas de dictadura y exilio dominicanos, los antitrujillistas siguieron, en mayor o menor medida, las vías tradicionales de salida: destierros; expatriaciones indocumentadas y clandestinas, así como negociadas y documentadas; los mismo que asilos políticos, diplomáticos y territoriales al amparo de las Convenciones Interamericanas de 1928, 1933 y 1954.

De esta manera, en el primer periodo (1930-1942) la principal vía fue la expatriación abierta y negociada –que generalmente justificaban por motivos de salud o de estudios en el extranjero– o bien la clandestina. Además, a unos cuantos antagonistas, Trujillo les aplicó un destierro implícito. Por su parte, unos pocos buscaron asilo político en representaciones diplomáticas en República Dominicana, en particular en la de Francia y en la de los Estados Unidos. 

En los años de mayor intensidad del segundo período del exilio, esto es, entre 1945 y 1950, el asilo político fue la forma más frecuente de salida de activistas opositores que, debido a su notoriedad, fueron hostigados y perseguidos por el régimen; las principales embajadas a las que acudieron fueron las correspondientes a México, Venezuela, Colombia, Cuba y los Estados Unidos por ser las más proclives a atender de forma positiva las peticiones. Ante el aumento de solicitudes de salvoconductos realizadas por los diplomáticos ante el gobierno dominicano, este se mostró reacio y prolongó el proceso de partida de los asilados por semanas, meses e, incluso, años. Dos peculiaridades dignas de mencionar del asilo de los antitrujillistas durante estos años fueron: por un lado, el hecho de que algunos se asilaron más de una vez en un mismo lapso; y, por otro, que varios, por distintas razones, no fueron a vivir su exilio al país que les brindó la protección debida, sino a otro diferente. Por otra parte, la expatriación negociada o clandestina continuó siendo otro modo de exiliarse que emplearon los opositores a Trujillo.

En la primera mitad del tercer período, esto es, entre 1952 y 1957 los contados antitrujillistas que lograron partir al exilio lo hicieron, enfrentando grandes peligros, fuera por medio del asilo diplomático o expatriándose de manera subrepticia. En tanto que, al final de la segunda mitad del mismo período, sobre todo, en 1959 y 1960, la vía del asilo fue una de las pocas opciones que quedaban y las respectivas embajadas de México, Venezuela, Ecuador, Brasil y Argentina a las que más concurrieron. No está demás apuntar que la representación venezolana, teniendo bajo su protección a varios asilados, tuvo que abandonar su sede, en junio de 1959 –al romperse las relaciones diplomáticas de su país y República Dominicana–; en ese contexto el gobierno ecuatoriano se instaló en la misma sede, en parte para resguardar a los asilados; sin embargo, meses después también la dejó por la misma razón –ruptura de relaciones, en mayo de 1960–; en esa ocasión Brasil hizo lo propio para salvar la situación y, sobre todo, a los asilados quienes, luego de complicadas negociaciones, lograron marcharse con los salvoconductos, después de pasar meses en la mencionada sede (AHGE-SREM, 1959; Infante, 2007, t. II, p. 770). De nueva cuenta, varios de los opositores no fueron a vivir su exilio al país que les brindó el asilo, sino a otro. En estos años se presentó un caso excepcional –ya mencionado antes– por parte de un pequeño grupo que buscó, sin éxito, asilo territorial en Haití. Por otra parte, durante este lapso continuó la expatriación clandestina.

 

Países de destino

Como se apuntó antes, los exiliados antitrujillistas se esparcieron por varios países vecinos, sobre todo los más cercanos. La mayoría de los primeros del período 1930-1942 se fue a varias ciudades de Puerto Rico, como San Juan, Ponce y Mayaguez; de Haití, Puerto Príncipe y Cabo Haitiano; y de los Estados Unidos, sobre todo Nueva York, donde encontraron condiciones propicias para el exilio. Para los de la segunda oleada del mismo período se abrieron varias ciudades más en Cuba, como La Habana y Santiago, luego de la destitución de Gerardo Machado, en 1933; y en Venezuela, Caracas y Barquisimeto, después de la muerte de Juan Vicente Gómez, en 1935. En contraposición, a partir de 1936, Haití dejó de ser un entorno favorable debido a la firma de un tratado de colaboración entre el gobierno de ese país y el de República Dominicana; en tanto que Cuba y Venezuela continuaron recibiendo a antitrujillistas, pero condicionados a las relaciones de sus respectivos gobiernos con el de Trujillo. Sólo Puerto Rico y los Estados Unidos mantuvieron su apertura inalterable a los opositores al régimen.

En el segundo período del exilio, a las ciudades receptoras anotadas antes se agregaron Ciudad de México, Guatemala y Costa Rica. En contrapartida, Venezuela empezó a cerrar sus puertas en 1948, al asumir el poder Marcos Pérez Jiménez.

Para el tercer período (1952-1961) las opciones de exilio sufrieron cambios importantes. Por un lado, se perdió espacio en dos países que habían sido anfitriones hasta entonces, pues en cada uno se estableció una dictadura poco proclive a recibir antitrujillistas, tal fue el caso de Cuba con Fulgencio Batista (1952-1959) y Guatemala con Carlos Castillo Armas (1954-1957). Por otro, se abrieron otras posibilidades geográficamente menos cercanas, como lo fueron Brasil con Juscelino Kubitschek (1956-1961) y Argentina con Arturo Frondizi (1958-1962).

Cabe mencionar que este exilio presentó una peculiaridad interesante al tener cierto carácter itinerante, es decir, una movilidad migratoria más o menos constante de un significativo número de exiliados que se movían por el Circuncaribe y la costa este de los Estados Unidos e, incluso, por algunos países de Suramérica. Tal carácter se debió a diversos motivos, destacándose tres, no excluyentes entre sí: las posibilidades económicas de varios de ellos, la adquisición de pertrechos para operaciones armadas antitrujillistas y la necesidad de evadir la persecución trujillista fuera de República Dominicana.

Ligado a lo anterior, se sabe que varios de ellos residieron en por lo menos dos países distintos. Esta característica les permitió relacionarse y brindarse apoyo recíproco con personas y fuerzas antidictatoriales y antimperialistas, democráticas y nacionalistas de varios países de la región. Así, por ejemplo, los dominicanos colaboraron en la lucha contra los dictadores cubanos Machado (1933) y Batista (1956-1959); en tanto que los cubanos hicieron lo propio en tres de las expediciones contra Trujillo (1933, 1947 y 1959) (Baez y Paulino, 2010, pp. 119-158).

 

Cuadro 1. Periodización del exilio anti-trujillista

PERIODO

OLEADAS

FORMA DE SALIDA

PAÍSES DE DESTINO

1930-42

1930-32

Expatriación permitida

Destierro

Haití, Puerto Rico, EU

Cuba, Caracas

1935

1939

1942-52

1945-46

Asilo político

Expatriación negociada

Se suman México, Guatemala, Costa Rica

1946-47

1950

1952-61

1959

Asilo diplomático y territorial

Expatriación clandestina

Se suman Brasil y Argentina

1960

Fuente: elaboración propia con base en los diversos documentos inéditos y materiales publicados referidos en el apartado “Fuentes”

 

Características cuantitativas

El aspecto cuantitativo de este exilio –como el de la mayoría de ellos– es difícil de precisar, debido a que los casi nulos registros migratorios dificultan establecer con claridad el número de exiliados, así sea aproximado y sobre todo exacto, debido a diversos factores entre los que destacan: las diversas formas en las que partieron de su tierra, entre las que hubo –como se anotó antes– desde destierros tácitos hasta salidas clandestinas, pasando por expatriaciones negociadas, así como asilos complicados.

En algunas memorias de los propios exiliados se menciona que fueron miles, pero sin ofrecer información y referencias concretas (Silfa, 1981, p. 116). Entre tanto, en otras fuentes inéditas y publicadas se apunta, por ejemplo, que para el caso de Puerto Rico, en los primeros años treinta, apenas si había unos 20 antitrujillistas (Azcárate, 2004); en tanto que en Cuba estaban decenas (Baez y Paulino, 2010, pp. 100 y 187) y en Venezuela en 1960 unos 400 (AGNRD-FBV, 1960b). En un estudio muy bien documentado acerca de la expedición de 1947, que fue la que contó con un mayor número de combatientes reclutados, se anota que participaron alrededor de 400 exiliados dominicanos (Vázquez, 2014, pp. 72-75).

Por otro lado, a través de diversos materiales se puede rastrear –con nombre y apellido– a un número hasta cierto punto bajo de exiliados, que no alcanza ni el millar, que se mantuvieron agrupados, organizados y activos políticamente durante muchos años, en algunos casos a lo largo de las tres décadas que duró la dictadura y el exilio. Así, por ejemplo, en un documento de principios de 1948 se encuentran registrados en forma nominal 240 hombres y 3 mujeres (AGNRD-FBV, 1948); y en otro de mediados de 1955 se consignan 67 mujeres y 671 hombres (AGNRD-FBV, 1955a). 

Estas cifras podrían ser mayores si se considera que una parte salió junto con su familia o bien esta partió más tarde. Otro tanto pasaría si se tiene en cuenta que hubo dominicanos menos politizados que se dispersaron en los países de acogida y se integraron a ellos, acerca de los cuales es todavía más difícil tener datos precisos.

 

Rasgos cualitativos

El hecho de que el exilio antitrujillista fue un largo y complejo proceso, generó una significativa diversidad generacional, educativa, ocupacional, social y política. En el aspecto etario groso modo pueden distinguirse varias generaciones: en el primer período casi todos los exiliados eran adultos que habían nacido entre las dos últimas décadas del siglo XIX y la primera del XX; en tanto que en el segundo la mayoría eran jóvenes originarios de los años veinte del siglo pasado; y en el tercero casi todos habían nacidos en el tercer decenio de la misma centuria. Una característica que se destaca es que gran parte de ellos, sin importar su edad, conforme abandonaron la isla hacia los diferentes países anfitriones, establecieron contactos con exiliados anteriores y se integraron a la lucha antidictatorial.

Respecto a la condición socio-económica es posible apuntar que la mayoría eran miembros de clase (o capas) media(s) urbanas, ilustradas y politizadas, entre los que descollaron intelectuales, profesionistas y estudiantes universitarios; también hubo en menor medida grandes propietarios dedicados a la agricultura y la ganadería, así como grandes comerciantes, lo mismo que elementos de la alta burocracia de los gobiernos anteriores al trujillato; los que tuvieron muy escasa presencia fueron trabajadores urbanos y, sobre todo, rurales.

Otra peculiaridad que debe reconocerse de estos exiliados es que en términos generales un número significativo fue muy activo y organizado en términos políticos, lo que puede estimarse, sin duda, un gran mérito, pues las condiciones de cualquier exilio no siempre son propicias para continuar la militancia y el activismo. De esta manera, desde los primeros momentos, muchos de ellos se aglutinaron en asociaciones de cariz política, como: el Directorio en Nueva York, en 1931; la Junta Central Dominicana en La Habana, en 1933; la Agrupación Sergio Bencosme en San Juan, alrededor de 1938 (AGNRD-FBV, 1938) y el Comité de Amigos de Santo Domingo en México, cerca de 1938 (AGNRD-FBV, 1938), durante el primer período. En el siguiente: la Unión Patriótica Dominicana en San Juan, en 1943 (AGNRD-FBV, 1943b; AGNRD-FBV, 1943c) y la Asociación Reivindicadora Dominicana del Exilio en Nueva York, cerca de 1946 (AGNRD-FBV, 1946b). Finalmente, en el último tramo del exilio: el Movimiento Popular Dominicano (MPD) en La Habana, en 1956 (AGNRD-FBV, 1960a; Baez y Paulino, 2010, pp. 124-128; Martínez, 2020, pp. 81-86); y la Unión Patriota Dominicana en Caracas, en 1957 (Cassá, 2015a, p. 522).

Además, fundaron tres partidos políticos como tal, uno en cada período: el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) en La Habana, en 1939 (AGNRD-FBV, 1940); el Partido Socialista Popular (PSP) en Santo Domingo, en 1946 (AGNRD-FBV, 1946a); y Vanguardia Revolucionaria Dominicana (VRD) en San Juan, en 1956) (AGNRD-FBV, 1956b, p. 7).

También, con el fin de derribar a Trujillo, se coordinaron para llevar a cabo una o dos expediciones armadas en cada período, mismas que no fructificaron. Estas fueron: la de Mariel, Cuba, en 1933 (Silfa, 1981, pp. 120-123; Mejía, 2018); la de Cayo Confites, Cuba, en 1947 (Arvelo, 1981, pp. 51-107); la de Luperón, República Dominicana, en 1949 (Ornes, 1956, pp. 31-72; Arvelo, 1981, pp. 107-197); la de Miami, Estados Unidos, en 1958 (Rodríguez, 2022); y la de Constanza, Maimón y Estero Hondo, República Dominicana, en 1959 (Brache, 1985; Gómez, 1998).

Otra característica importante de este exilio fue el afán por tener órganos de difusión que publicaron y circularon en el país de acogida donde se emitieron y en otros en los se distribuyeron, incluyendo la isla. De esta manera, por ejemplo, en el primer período salió a la luz La voz del exilio dominicano en Santiago, en 1934 (Baez y Paulino, 2010, pp. 103). En el siguiente período circularon: Boletín. Órgano de la oposición de la dictadura de Trujillo en Nueva York, en 1946 (AGNRD-FBV, 1946d); Boletín. Comité puertorriqueño pro democracia dominicana en San Juan, en 1949 (AGNRD-FBV, 1950a); Quisqueya Libre. Por el establecimiento de la democracia en la República Dominicana en La Habana, en 1951 (AGNRD-FBV, 1951); y Patria. Órgano de la oposición dominicana –en el exilio– contra la tiranía de Trujillo en Santo Domingo en Nueva York, en 1951 (AGNRD-FBV, 1952a), entre otros. En el último período publicaron: ¡Orientación. El pueblo dominicano será el forjador de su propia libertad! en Guatemala, en 1952) (AGNRD-FBV, 1953a); Exilio. Mensuario al servicio de la democracia en la República Dominicana en San Juan, en 1953 (AGNRD-FBV, 1953g); El Dominicano. Vocero mensual de oposición en el destierro en México, en 1953 (AGNRD-FBV, 1954a); Tribuna Dominicana en México, en 1954 (AGNRD-FBV, 1954c) y VDR. Órgano oficial de Vanguardia Revolucionaria Dominicana en San Juan, en 1956 (AGNRD-FBV, 1956a).

Es de señalar que, si bien los antitrujillistas tuvieron como punto en común terminar con la dictadura y establecer una democracia, no siempre estuvieron de acuerdo en la forma de lograrlo, lo que generó polémicas y los llevó, por un lado, a la búsqueda de unidad y, por el otro, al encuentro con el divisionismo.

El afán de unidad estuvo presente a lo largo de las tres décadas del trujillato. Así, por ejemplo, en el primer período formaron el Frente Unido Revolucionario Dominicano en Nueva York, en 1937 (AGNRD-FBV, 1937). En el segundo crearon el Frente Unido Dominicano en San Juan, cerca de 1943 (AGNRD-FBV, 1943a); celebraron el Congreso General de Exiliados en La Habana, en 1943 (de Galíndez, 1956, p. 440), así como el Congreso de Unidad Antitrujillista en la misma ciudad, en 1944 (AGNRD-FBV, 1944; Álvarez, 2019); y en el mismo organizaron el Frente Unido de Liberación Dominicana (AGNRD-FBV, 1953b, p. 2). En la primer mitad del último período, hicieron los mayores esfuerzos de unificación y formaron en varias ciudades en las que había núcleos antitrujillistas lo que denominaron Frente de Unidad Dominicana (FUD) (AGNRD-FBV, 1953f, p. 1; AGNRD-FBV, 1955b, pp. 6-7; p. 2; AGNRD-FBV, 1955c, p. 8; AGNRD-FBV, 1955e, p. 2; AGNRD-FBV, 1955f, AGNRD-FBV, 1956c, p. 2); además llevaron a cabo el Congreso de Unidad Antitrujillista Dominicana en la capital cubana, en 1955 (AGNRD-FBV, 1955h). Por último, en el segundo lustro de la fase final del trujillato militantes de varias organizaciones efectuaron el Congreso de Unificación de nueva cuenta en La Habana, en 1959 y en ese marco formaron el Movimiento de Liberación Dominicana (MLD) y su brazo armado el Ejército de Liberación Dominicana (ELD) (AGNRD-FBV, 1960c; Sención, 2012, pp. 135-136; Cassá, 2015a, p. 534).

Por otro lado, el encuentro con el divisionismo se dio, entre otras cuestiones, por la posición ideológica frente a los Estados Unidos y al comunismo. Durante el primer período del exilio y la primera mitad del segundo hubo cierta discusión en torno a las relaciones que como antitrujillistas debían buscar con los Estados Unidos; unos proclives a la mayor cercanía posible con el gobierno estadounidense y otros con reservas a ello para evitar que los llevara a una subordinación con la potencia del norte. En la segunda parte del segundo período, coincidiendo con el inicio de la llamada Guerra Fría, el debate se dio entre los que se autodefinían como procomunistas y antimperialistas y los que se consideraban anticomunistas y proestadounidenses. Para el tercer período la polémica se centró en el camino a seguir para derrocar a Trujillo: unos continuaban proponiendo la expedición armada desde el exterior como vía para terminar con el régimen, a pesar de las malas experiencias tenidas en los años anteriores, en tanto que otros planteaban priorizar la lucha política interna.

Por último, un elemento importante acerca de este exilio es que casi todos sus elementos organizados se repatriaron en cuanto murió Trujillo e, incluso, un poco antes, para participar activamente en la vida política de República Dominicana. Para algunos el retorno no estuvo exento de obstáculos interpuestos por los remanentes del trujillismo o por rivalidades entre los propios antitrujillistas que se ligaron al nuevo gobierno establecido en República Dominicana.

 

Cuadro 2. Una caracterización del exilio antitrujillista 

No. de exiliados (organizados)

1000, aproximadamente

Generaciones

1880’s, 1990’s, 1920’s, 1930’s

Formación educativa

Educación media y superior

Ocupaciones

Políticos, médicos, abogados, periodistas, escritores, intelectuales, profesores, estudiantes, comerciantes, etc.

Condición económico-social

Clase y capas medias urbanas ilustradas

Posición político-ideológica

Izquierdas, centro, derechas

Comunistas, liberales, anticomunistas

Fuente: elaboración propia con base en diversos documentos inéditos y materiales publicados referidos en el apartado “Fuentes”

 

Consideraciones finales

A partir de lo expuesto, puede decirse que en buena medida se alcanzó el objetivo de este artículo que era conocer y examinar las principales características de los exiliados antitrujillistas a lo largo de las tres décadas que duró el proceso migratorio en el que coexistieron y convivieron dominicanos de diversas generaciones, condiciones económico-sociales, formaciones educativas, ocupaciones, posiciones político-ideológicas, que se establecieron y transitaron en importantes ciudades circuncaribeñas y de la costa este estadounidense.

No está demás mencionar que, si bien se logró un avance significativo en la periodización y la caracterización de los exiliados antitrujillista, todavía quedan incógnitas por responder acerca de algunos aspectos tanto del proceso en general, como de cada caso en particular que hay que seguir investigando para entender y explicar de mejor manera la historia de República Dominicana y de América Latina en el siglo XX.

Como sea, el estudio aquí presentado acerca de los exiliados antitrujillistas permite afirmar que estos, si bien no fueron muy numerosos, si fueron diversos, organizados, actuantes y combatientes, política y militarmente y que, con todo y su unidad y divisionismo, no dieron tregua a la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo.

 

Referencias Hemerográficas (archivos únicamente)

  • Acosta, E. (2012). La telaraña cubana de Trujillo (2 volúmenes). Archivo General de la Nación.
  • AGNRD-FBV. (1934). Expediente 039-072. 30 de septiembre de 1934.
  • AGNRD-FBV. (1936). Expediente R042-055. Diciembre de 1936.
  • AGNRD-FBV. (1937). Expediente 028-072. 2 de enero de 1937.
  • AGNRD-FBV. (1938). Expediente 037-023. 8 de abril de 1938.
  • AGNRD-FBV. (1940). Expediente 041-017. 23 de octubre de 1940.
  • AGNRD-FBV. (1943a). Expediente R004-173. 26 de enero de 1943.
  • AGNRD-FBV. (1943b). Expediente 057-026. 22 de julio de 1943.
  • AGNRD-FBV. (1943c). Expediente 061-013. 22 de julio de 1943.
  • AGNRD-FBV. (1944). Expediente 140-045. 18 de noviembre de 1944.
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Notas

Guadalupe Rodríguez de Ita. Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.. Mexicana. Doctora en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México. Profesora-investigadora del Instituto de Investigaciones José María Luis Mora. Línea de investigación: Historia política y diplomática de América Latina en el siglo XX, especializada en el estudio de asilados, refugiados y exiliados latinoamericanos, con énfasis en Guatemala y República Dominicana. Publicaciones recientes: libro La Legión Extranjera Anticomunista en el Caribe (1959-1961) (2021); artículo “Las Legiones del Caribe: antidictatoriales y anticomunistas” (2021); capítulo “La Legión del Caribe. Una mirada desde la CIA” (2020).

 

Cómo citar este artículo:

Rodríguez de Ita, Guadalupe (2023) “Exiliados antitrujillistas (1930-1961). Una aproximación a su periodización y caracterización”, Pacarina del Sur [En línea], año 15, núms. 50-51, enero-diciembre, 2023. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Sábado, 27 de Abril de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.com/index.php?option=com_content&view=article&id=2095&catid=8